Muchas cosas han sucedido en la vida de los Morgan, pero la aventura no termina. Su historia está por enfrentar el comienzo de un nuevo siglo y los cambios que vienen con él.
A los pies del siglo XX, la llegada de Marie está más presente que nunca...
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3 de marzo 1896. Minneapolis, Minnesota.
Olivia bajó del tren intentando que Elizabeth no la arrastrara y la hiciera caer. Era difícil cuando ella iba con tanta emoción, sería su primera vez visitando a Ethan en el hospital desde que le habían aceptado y quería llegar antes del descanso del mediodía para poder verlo en medio de la acción.
Olivia iba con un vestido de color negro con detalles en amarillo y su paragua, el cual de momento usaba como una especie de bastón de adorno al caminar. Sabía que llovería esa tarde y por eso había traído dos abrigos, uno el cual sería para Elizabeth, pues ella se negaba a traer un abrigo y la conocía lo suficiente como para saber que se quejaría de frío una vez la temperatura cambiara.
—Rápido, mamá o no llegaremos en hora.
—Con calma, Elizabeth, ya no tengo veinte años —. Intentó seguirle el ritmo, suspirando y corrió un poco con ella para cruzar la calle antes de que los carros pasaran y adentrarse en el centro de la ciudad para llegar al hospital—. Espera que pase el carro.
Elizabeth se detuvo regañadientes en la mitad de la calle para dejar pasar al carro y agradeció cuando el hombre detuvo los caballos y les permitió cruzar. Olivia siguió corriendo detrás de ella para no perderla.
—¡Elizabeth, por el amor de Dios, espera un minuto!
—¡Debo alcanzarlo antes de que sea tarde o me perderé verlo trabajar!
Cuando llegaron al hospital ya podía sentir que le dolían los pies de tener que correr detrás de ella y necesitaba sentarse y tomar un poco de aire para recuperar las energías. En momentos como esos era cuando recordaba que ya no era una mujer joven, cumpliría sesenta y tres años y su cuerpo le empezaba a avisar de ello.
Elizabeth entró en el hospital olvidándose por completo de mantener la puerta abierta para su madre y corrió hacia una de las oficinas de administración para preguntar a las mujeres detrás del escritorio donde podía encontrar al doctor Jones a esa hora del día.
—Está ingresando al quirófano en el segundo piso para una cirugía, señorita. ¿Quiere le avise que lo llama?
—No, no, yo le buscaré, muchas gracias —. Se detuvo para ver que su madre se sentaba en uno de los bancos a respirar y maldijo internamente—. Madre, por favor, vamos, ya casi llegamos.
—Un momento...—. Respiró profundo y se rio—. Necesito hacer deportes más seguido.
Se puso de pie con algo de esfuerzo y fue con ella hacia el segundo piso. Entraron en el quirófano por la puerta de visitante y consiguieron sentarse entre el grupo de espectadores, varios hombres y mujeres, en su mayoría estudiantes que venían a registrar en sus notas una cirugía en vivo y en directo.
Se sentaron hacia el borde del banco donde no había mucha gente y tenían fácil acceso para marcharse y alcanzar a Ethan antes de que se les perdiera en el enorme hospital y apenas este entró en el quirófano con el paciente y seguido de un grupo de doctores y enfermeras, Elizabeth agitó su brazo en alto para que la notara.
