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07 de septiembre 1896

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07 de septiembre 1896.

Rochester, Minnesota.

El tren de las siete se detuvo en la estación general de la ciudad y una multitud de personas descendieron. Adrian bajó apoyándose en su bastón y sosteniendo uno de sus bolsos en la mano con otro colgado al hombro. Se sentía extraño regresar a los Estados Unidos después de tanto tiempo y el miedo de que alguien lo reconociera en la calle persistía mientras abandonaba la estación a paso lento, intentando lidiar con el dolor en su rodilla.

Había cambiado demasiado desde la última vez que alguien le había visto en Minnesota y mientras se detenía junto a la acera para conseguir un carro que lo llevara hasta White Oak, era un completo desconocido.

Llamó a un chofer para que se acercara con los caballos y este le ayudó a subir sus bolsos al verlo con su bastón. Ya se había acostumbrado a que lo consideraran un invalido por simplemente tener una pequeña renguera y no le gustaba, tal vez había ciertas cosas que ya no podía hacer con la misma agilidad, pero no era ningún invalido y no le gustaba la lastima de otros.

—¿Hacia dónde, señor?

—Le pediré un viaje un poco largo, pero prometo pagarle propiamente por las molestias. ¿Conoce White Oak?

—¿La tierra de los Morgan? —. Adrian asintió, inclinándose hacia la ventanilla del carro por donde el chofer le hablaba desde el exterior—. Son diez horas en carro hasta allí, señor.

—Lo sé, sé que pido demasiado, pero no hay más trenes partiendo hacia allí, señor y me gustaría poder llegar en la madrugada.

El chofer se lo pensó un momento y miró por la ventanilla hacia Adrian sosteniendo las riendas.

—¿Cuánto me pagará?

—Nombre su precio.

—¿Doscientos dólares?

Adrian sonrió y se recostó en el asiento.

—Le daré ochocientos.

El hombre silbó sin poder creérselo y enderezó su cuerpo hacia el frente.

—Póngase cómodo, señor, nos espera un largo viaje.

Estuvieron andando al ritmo de los caballos (no mucho más rápido que el caminar de una persona). Adrian subió su pierna hacia los asientos que tenía enfrente y masajeó la rodilla donde el dolor era insoportable. Desde que le habían roto el hueso en aquel ataque antes de dejar el país, su pierna no había dejado de doler, a veces era más tolerable y sentía que podía ser influenciado por el frío o la humedad, lo cual, en Minnesota, con su clima mayormente frío era una verdadera tortura.

Miró por la ventana hacia el paisaje que se oscurecía a medida que dejaban la ciudad, donde ya no había postes de la luz y los rodeaba la intemperie. Tenía emoción por volver a casa y ver a su familia, su mujer, sus hijos y a Rian. Había pasado tanto tiempo que temía ya no lo amaran. Sabía que Rian había tomado todas las responsabilidades del hombre de la casa una vez había enviudado y se había trasladados con sus propios hijos a vivir con Jazmín, sabía que al principio habían dormido en habitaciones separadas y que ahora compartían, pues ambos solían sufrir demasiado en las noches solitarias y juntos al menos se mantenían en compañía. Sabía que Rian había criado a Enzo como si fuera prácticamente su hijo y que en cierta forma tendría que aceptar lo era, no biológico, pero Rian lo había educado después de todo.

Vidas cruzadas: El ciclo. #3 COMPLETA. +18. BORRADORWhere stories live. Discover now