Recuerdos.

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Aparentemente solo los cinco chicos fueron afectados por la misteriosa explosión que los hizo despertar sus poderes, sin embargo eso no fue exactamente. Unas horas antes, cuando los chicos escucharon la explosión el profesor Armando Fernández se encontraba llegando a su casa después de terminar su horario de clase cuando sintió un repentino dolor de cabeza que obligó al docente a quedar de rodillas mientras sentía que su cabeza explotaría en cualquier momento.

¿Por qué no te levantas? ¿Acaso ya me olvidaste? ¿Olvidaste quién eres Argos?— escuchó esa voz sin saber a quien pertenecía, se parecía a la suya propia pero al mismo tiempo el tono que usaba se encontraba cargado de una sensación  de caos difícil de describir para el docente.

— ¿Qué? ¿Quién eres?— se levantó cómo pudo terminando de entrar a su casa y avanzando tambaleante.

La pregunta correcta es ¿Quiénes somos? Porque Argos tú y yo somos el mismo ser— la voz hacia eco dentro de su cabeza, el profesor la sostuvo con fuerza tapando sus oídos.

— Mi nombre no es Argos, no sé de quién hablas— recordaba ese nombre, lo había escuchado en algunos de sus sueños pero nunca le dio importancia pensando que no era relevante.

Claro que eres Argos, solo que lo olvidaste por culpa de esos malditos guerreros que nos sellaron— la voz estaba cargada de odio.

— No se de qué hablas, tampoco sé quién eres— llegó al cuarto de baño y se mojó el rostro con agua helada esperando que con eso la voz se quedará callada, desgraciadamente al levantar la mirada y verse al espejo no estaba él reflejado sino que había una sombra con un aura verde y que tenía la forma de una silueta con alas y cuernos; el profesor se asustó por esto y retrocedió hasta chocar contra la pared.

La voz comenzó a reír estruendosamente— Pobre patético Argos, dime ¿De verdad te da tanto miedo descubrir tu verdadera forma?

¿Qué es esto?— se acercó de nuevo al espejo buscando entender la imagen que veía en él.

— Eres tú, soy yo Argos, ¿Acaso lo olvidaste todo?

— No sé de qué hablas.

Permíteme ilustrarte mi tonta versión — el hombre sintió que la cabeza le volvía a doler y repentinamente todo se puso negro.

Al abrir los ojos lo primero que vio fue un lugar brillante y pacífico, estaba lleno de distintas plantas como árboles frutales y arbustos de rosas rojas y blancas, el verde pasto brillaba con vida, en el suelo podía observar algunas flores silvestres y tréboles decorando en lugar con frescura; todo olía a bosque, era ese aroma fresco y serio que de alguna manera relaja al alma y tranquiliza la mente; no había ni un solo animal a la vista y el profesor tampoco sentía como si fuera parte de ese pacífico y agradable lugar. De entre las nubes apareció un ser casi divino de esos que solo se ven en las películas, vestía de blanco con plateado, tenía un largo cabello rubio amarrado en una trenza que fácilmente le llegaba a las rodillas, sobre su rostro estaba un casco de plata pero definitivamente lo más llamativo de todo no era eso, sino que el ser con forma humana poseía dos alas gigantescas de plumas tan blancas que brillaban, las mantenía abiertas mientras sobrevolaba ese hermoso lugar y se perdía entre el manto azul que formaba el cielo.

Este lugar era nuestro hogar al inicio de los tiempos, un reino que solo nos pertenecía a nosotros y en dónde éramos libres— comenzó a narrar la voz— nadie nos molestaba ni nos limitaba para hacer lo que quisiéramos, era nuestro paraíso— su tono desmostaba nostalgia y anhelo por regresar a ese lugar— sin embargo también era muy solitario y eso no nos gustaba, después de todo ¿De qué sirve ser rey si no tienes sobre quién reinar? No sirve de nada y con esa idea comenzamos a buscar a otros seres que gobernar rechazando ese paraíso que teníamos y cometiendo nuestro primer y único error.

Mikoradoth: El origen de los héroes.Where stories live. Discover now