𝟬𝟰.

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11 de junio, 21:11

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11 de junio, 21:11.

Leonor no quería quedarse dormida en el vagón, temía no poder despertarse a tiempo para poder bajar sin que la vieran, o que Félix decidiera saltar y escaparse. Tomó el libro que guardó en su bolsa para entretenerse, pero a medida que el Sol fue bajando, la dificultad para leer aumentó. Tal como todas esas noches donde la luz de la luna era la única fuente de luz que le permitía continuar su lectura, Leonor peleó con la pobre iluminación hasta que le fue imposible mantenerse despierta.

Su sentido de orientación no está muy afilado, nunca ha viajado a ningún otro lado que no esté dentro del parámetro del pueblo, y solo se guía por las descripciones que su madre le ha dejado para poder reconocer el destino al que está viajando. El distrito de Zalá. La única razón por la que reconoce ese nombre es porque el palacio de la familia real está ahí. 

Escondió la carta con dicha información entre las páginas del libro que quedó abierto sobre su regazo desde que se durmió. No se perdió de mucho, de todas formas, Leonor ya ha leído esa novela más veces de las que puede contar. Tuvo el privilegio de aprender a leer cuando tenía 8 años gracias a Ana, la madre de Elvira, que siempre tenía un ojo sobre ella cuando su padre no estaba cerca. La preocupación de la pobre mujer la llevó a educarla como una hija más, sabiendo que sólo de esa manera iba a poder ser alguien en el futuro. Leonor se interesó por varias cosas mientras crecía, pero siempre hubo algo en la literatura que la cautivó por encima de todas las demás. Su historia de trasfondo no sale de lo ordinario, es otra joven adulta que se pasó su infancia y adolescencia usando la ficción para agregarle un poco de emoción a la realidad tan apagada que la rodeaba. Desde muy pequeña se mantenía alejada de su padre durante el día, y se pasaba las noches reviviendo con su imaginación esos fragmentos que había leído. Siempre les agregaba en su mente todo lo que se le ocurriera, por eso, cuando sus hermanos llegaron, se dedicó a inventarles sus propios cuentos para entretenerlos de la misma manera.

Le hubiera gustado que alguien le contara un cuento antes de haberse ganado una contractura en el cuello por la posición en la que se quedó dormida. Ahora es el ruido de la bocina lo que la despierta de la manera más inoportuna, hace que su corazón se acelere casi tan rápido como cuando tuvo que subirse al tren. Se sacude en el lugar, sin entender dónde está, haciendo que el libro vuele hacia un lado y que Félix clave sus garras en su pierna. Observa a su alrededor, y se da cuenta de que todo está oscuro. Los rieles chillan con la frenada de las ruedas que de a poco van inmovilizando el transporte, alertándola para que se recomponga. Toma el libro y lo guarda en su bolsa, siguiendo con el gato que toma en sus brazos como un bebé. Se arrastra hacia el rincón del vagón y se esconde detrás de la pila de cajas tan rápido como puede.

Siente que el tren deja de moverse por completo luego de unos segundos, y oye las pisadas en las piedras junto al barullo de voces masculinas.

—¡Mande a alguien a revisar la plaga, jefe! —grita una de ellas—. ¡Esta será la última parada por hoy!

ALMAFUERTE © ORIANA CORRIDONIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora