𝟯𝟲.

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5 de octubre

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5 de octubre.

«Querido Teo:

Es la primera vez que me siento a escribirle una carta a alguien por otra razón que no sea dar un reporte, aunque en parte lo haré también. Estoy usando mi vieja pluma con la intención de volverlo más personal así que espero que funcione. Es poco probable que leas esto ya que no aprendiste a leer, pero eso es lo de menos. Creo que es correcto contarte todo lo que ha sucedido estos meses, ya que la última vez que nos vimos fue cuando dejé la casa.

¿Recuerdas todas esas hojas que tenía tiradas por la habitación y la cocina? Seguro recuerdas esa pila de libros que tenía a un lado de la cama y que usábamos como mesa de luz. Cuando yo tenía tu edad, la madre de Elvira me enseñó a usarlos. Sé que no la conociste porque se mantenía alejada de mi padre, así que te contaré rápidamente que era una mujer de clase alta que se casó con un panadero y renunció a su vida de lujos, pero que conservó su corazón tan noble como el legado de su familia. Se apiadó de mí porque Elvira y yo tenemos la misma edad, y siempre me cuidó como yo los cuidé a Alba y a ti. Me enseñó a leer, a escribir, y me dio la educación que me hubiera encantado darte, y que me ayudó a llegar a donde llegué hoy. ¿Ves que al final si teníamos muchas cosas en común? ¡Yo también tuve una madre postiza! Y ya que menciono eso, debes saber que pude conocer a mi verdadera madre como te conté antes de partir. No podía darte detalles porque debía mantenerlo en secreto, pero se llama Beatriz, su nombre es tan bonito como lo es ella en persona. Su cabello está en gran parte gris por sus canas, y sus ojos se arrugan cuando sonríe, pero es la mujer más hermosa que he conocido en mi vida. Beatriz es costurera, confecciona la ropa de gente muy importante y diseña vestidos salidos de cuentos de hadas como el castillo en el que trabaja.

Sé que es difícil de creer, pero ese es el lugar en el que me estuve quedando todo este tiempo. ¡El castillo de Zalá! ¿Puedes creerlo? ¡Es como unas cien, no, mil veces más grande que casa! Tiene tantas habitaciones, tantos pasillos, tantas ventanas, estoy segura de que te hubieras perdido tal como yo lo hice los primeros días que estuve aquí. El lugar es tan grande que siempre puedes encontrar un rincón para sentarte solo, en silencio, y desconectarte del ruido por un rato. Así es como yo llegué a esto que te voy a contar y que espero que me creas porque parece una mentira. ¿Estás listo? Ahí va, escribí mi propio libro. Es una novela romántica, dramática, llena de aventuras y experiencias apasionadas, cuando aprendas a leer deberías darle un vistazo. Tal vez no entenderás la importancia que tiene para mí, pero es a lo que quiero dedicarme por el resto de mi vida. Las mujeres también podemos ser escritoras, y es algo en lo que quiero dejar mi huella y en lo que ya estoy trabajando.

Conocí al príncipe y a los reyes de Zalá, son mucho más amigables de lo que creíamos. ¿Recuerdas esas conversaciones que teníamos sobre lo aterradores que parecen los que pertenecen a la realeza? Estábamos tan equivocados. La reina me ha recibido como a una hija más, y el príncipe se ha convertido en uno de mis mejores amigos. Ustedes dos se hubieran llevado muy bien, tienen personalidades muy similares. Ambos son brillantes, les gustan los caballos, y sobre todo son inquietos. Se llama Aris Casilla, por si algún día quieres investigar sobre él. Aristeo, en realidad, pero prefiere que le digan Aris. Solía tener una yegua blanca preciosa, pero ya estaba muy vieja cuando la conocí y decidió partir. Ahora tiene un caballo macho, negro como la noche. Se llama Cuervo, y aunque parezca chistoso son como la versión animal y humana del otro. Ambos lucen rudos y fríos por fuera, pero son muy cariñosos por dentro. Yo aprendí a montar a caballo, me falta mucha práctica, pero definitivamente veo porque parecías tan fascinado por eso. Cuando estás sobre el lomo del animal sientes tanta adrenalina, el panorama es tan distinto al que tienes cuando usas las piernas. ¡Hasta caminar se siente ordinario cuando te bajas!

ALMAFUERTE © ORIANA CORRIDONIWhere stories live. Discover now