𝟯𝟱.

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16 de septiembre.

Aris ajusta la hebilla restante para asegurar el arnés de Cuervo, y lo aparta de su corral de la misma manera que hizo con Kol minutos atrás. Leonor lo observa desde la puerta, sabiendo poco y nada sobre la preparación del equipamiento de equitación como para poder ayudarlo. Los caballos todavía le dan un poco de miedo por lo grandes que son, aunque eso no quita la curiosidad que tiene por ellos.

—¿Hace cuánto tiempo tienes a Cuervo? —pregunta, intrigada con el animal.

—Desde que nació —responde Aris, tomando sus guantes—. Es la cría de Aurora.

—¿En serio? Pero es negro.

Cuervo relincha en el momento exacto, como si hubiera entendido el comentario. Aris ríe, acariciando su hocico antes de tomar el arnés. Leonor se mueve a un lado para que pueda pasar, liberando el camino.

—A veces predominan los genes del macho, y su padre era totalmente negro como él —explica, sacándolo del establo.

Leonor se siente diminuta cuando cruza frente a ella, pero esta vez el sentimiento no está acompañado del miedo que creyó que tendría. Aris suelta el arnés solo para poder usar ambas manos y cerrar las puertas, dejándolo libre unos segundos. Cuervo acerca su cabeza a Leonor como si quisiera olfatearla, a pesar de ser la primera vez que está tan cerca de ella se comporta de manera relajada. Aris oye el resuello del caballo y observa detrás de él, notando que Cuervo se deja acariciar por Leonor sin rechazo alguno.

Traba la cerradura de la puerta, oyendo la risa de la joven provocada por la lamida que se acaba de ganar. Sonríe, le agrada el sonido casi tanto como la vista que tiene al darse la vuelta otra vez.

—Creo que le agradas más que a Kol —reconoce, conociendo lo caprichoso que es el caballo de Álvaro—. ¿Quieres ir con Cuervo?

—¿Estás seguro? ¿No me va a arrojar en medio del camino?

—¿Por qué te arrojaría en el medio del camino? No es descortés con los desconocidos.

—Sigue siendo un animal, Aris.

Aris ríe, comprendiendo la preocupación. Sabe que si Cuervo la rechazara estaría mostrándose intranquilo ahora mismo.

—Y tienen su lenguaje corporal como nosotros —asegura, tomando la mano de Leonor para motivarla a subirse al caballo—. Ya te lamió, no te hará daño.

Leonor elige confiar en él, recibiendo su ayuda para pisar sobre el estribo. Da un pequeño salto que la ayuda a cruzar su pierna por encima del lomo, acomodando su posición hasta sentarse cómodamente. Cuervo se mantiene relajado, la acepta como su nuevo jinete sin alborotarse como Leonor pensó que sucedería. Ella se da cuenta de lo alejado que está el piso realmente desde ahí arriba, y se sujeta con más fuerza de la necesaria sin que el caballo siquiera se mueva.

—Es más alto de lo que creí —murmura, delatando su miedo al estar sobre un caballo diferente al que acostumbra desde que aprendió a montar—. Galeón no es tan grande.

—No te preocupes, yo me caí de esa altura y salí ileso —le recuerda—. Solo intenta esquivar los pozos y estarás bien.

Aris monta sobre Kol, dándole el paso a Cuervo para que se adelante. Leonor se lo toma con calma, parte con un ritmo calmado y se acostumbra a la sensación del caballo de contextura más grande luego de unos cuantos metros. Confía en que Cuervo está relajado con ella y que Aris está cuidando su espalda detrás.

El atardecer los guía mientras emprenden su camino hacia el bosque luego de varios días pensando en hacer una escapada. Leonor quería conocer el lugar que de alguna manera es especial para ella, y el día finalmente llegó. Es la primera vez que se introduce en lo profundo del bosque, sin embargo, se siente familiar gracias a su sueño. Hay una suave brisa que mantiene el paseo animado y que sacude el cabello de ambos, regalándole a Aris una imagen que le resulta casi tan familiar. Le encantaría poder compartir con Leonor que le recuerda lo libre que Bruno era montando a Aurora a su lado, pero el sonido del galope y el suave canto de los pájaros es demasiado agradable como para interrumpirlo con su propia voz. Sólo sonríe y sigue detrás de ella, guardándose la escena frente a él como un tesoro. 

ALMAFUERTE © ORIANA CORRIDONIWhere stories live. Discover now