𝟬𝟱.

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 12 de junio.

Ingresa mucha luz a través de los amplios paneles. Las paredes son altas, prácticamente inmensas para la percepción de Leonor. Nunca había caminado por un pasillo tan largo ni tan ancho. El hecho de que todo a su alrededor forme parte de una sola sala le pone los pelos de punta mientras avanza, sin saber cuándo llegará al final. Su madre no mintió, el castillo de Zalá definitivamente se siente enorme desde adentro.

—¿Cómo puede alguien acostumbrarse a esto? —pregunta Leonor en voz baja, caminando junto a Beatriz.

A pesar de que la costurera lleva más de 20 años trabajando en el lugar, no comparte el sentimiento de encontrar el palacio como un hogar ordinario. Beatriz ríe, demostrando que no está familiarizada con lo que Leonor acaba de preguntar.

—Las familias reales nacen y mueren con este tipo de vida. Los lugares como estos son la normalidad para ellos, lo han sido durante generaciones.

—No hay manera de que uno pueda aburrirse aquí. Hay tanto para observar, todo el tiempo.

—Te sorprenderás al ver que los jefes no le prestan la más mínima atención.

—¿Los jefes?

—El señor Casilla y su esposa Inés. Sé muy cuidadosa con ellos desde el primer momento que los veas.

Leonor frena en sus pasos, se encuentra estupefacta ante lo que oye. Beatriz también frena para evitar chocar con ella, confundida con su reacción.

—No estás hablando del rey y la reina, ¿verdad?

—Claro que estoy hablando de ellos. En algún momento tendrás que presentarte y hacerles saber que ya estás aquí, te están esperando desde que les informé que te traería a Zalá.

—¿Podré conocer al rey y la reina?

—Son seres humanos como nosotros, Leonor. Reciben a gente como tú todos los días.

Leonor quiere expresar lo sorprendida que está con una oportunidad que ni siquiera consideró tener, pero las palabras son arrancadas de su boca por el joven que aparece frente a ella. Hace contacto visual con el caballero, quien llama la atención de Beatriz para que esta se de vuelta. Beatriz voltea, inclinando su cabeza sutilmente para saludarlo como de costumbre. Álvaro recibe a ambas con una sonrisa amable, y apunta con su mano en dirección al pasillo que los llevará a la habitación en la que Leonor podrá quedarse.

—Señora Moya, déjeme acompañarlas hasta la habitación.

Leonor mira a Beatriz de reojo, esperando a que sea ella la que tome la delantera para poder seguir los pasos de Álvaro. 

—Usted debe ser Leonor —dice simpáticamente él, notando que luce lo suficientemente joven como para arriesgarse a decir que son cercanos en edad—. Permítame ayudarla con sus pertenencias.

Leonor le entrega las dos bolsas que, si no hubiera sido por los vestidos de su madre, no hubiera llenado. Álvaro las carga con facilidad, nota que pesan poco y nada. Prefiere no comentar algo que pueda resultar ofensivo, y emprende su camino con una sonrisa silenciosa. Ambas mujeres lo siguen, pero Leonor retrasa un poco sus pasos para quedar al lado de Beatriz.

—¿Usas el apellido de mi padre? —susurra con curiosidad, intrigada luego de oír al muchacho llamarla por tal.

—No tengo otra opción.

—¿Cómo qué no?

Beatriz suspira, perforando la nuca de Álvaro con su mirada tan intensa detrás de él. Se acerca al rostro de Leonor, manteniendo su voz igual de baja.

ALMAFUERTE © ORIANA CORRIDONIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora