𝟮𝟯.

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𝗔𝗗𝗩𝗘𝗥𝗧𝗘𝗡𝗖𝗜𝗔: Este capítulo contiene menciones de maltrato infantil y descripciones gráficas de homicidio. Se recomienda discreción y responsabilidad en la lectura.

1° de agosto.

Teo puede manejar el fuego sin quemarse, por eso Elvira lo deja calentar agua sin su ayuda. Le pidió que prepare un té para Alba, quien ha resfriado y no mejora con los días. La gripe parece ser severa luego de aquella noche que tomó demasiado frío por culpa de Guillermo, quien no se preocupó por si la ventana de la habitación estaba cerrada durante la tormenta. Elvira ha hecho todo lo que su madre le enseñó pero aun así no se queda tranquila con el estado de la niña, solo piensa en que si sigue empeorando tendrá que recurrir a un doctor que pueda ayudarla de verdad. Retuerce el paño de tela sobre el pequeño contenedor con agua, y lo reposa una vez más sobre la frente de Alba. La temperatura de su cuerpo es tan alta, su sistema está peleando una batalla mientras ella duerme con su conejo de peluche entre sus manos. Los mechones de cabello de la niña se esparcen sobre la almohada, y Elvira los acomoda para que las gotas que caen del paño no los empapen. La habitación está oscura, el silencio apenas es interrumpido por los pequeños sonidos que Teo hace desde la cocina. 

El ambiente está tan tranquilo, ninguno tiene idea del desastre que está esperando del otro lado de la puerta.

Luego de tanto suspenso, Guillermo llegó a su límite con respecto a Leonor. Se cansó de interrogar gente y que nadie le dé una respuesta, ni siquiera bajo la amenaza de un arma. Se cansó de sentir que le estaban tomando el pelo. ¿Cómo es posible que una muchacha haya escapado en plena luz del sol y nadie la haya visto? ¿Cómo es capaz de pasar desapercibida como si nada, sin dejar rastro? El camino a su casa se vuelve cada vez más oscuro, y la sangre en su ropa se oxida cada vez más. Es la segunda vez en su vida que ha derramado sangre que no provenía de su propio cuerpo, ya que para él, la única manera en la que puede conseguir algún tipo de colaboración es con violencia. En su defensa solo fueron un par de tajos inofensivos, pero para el guardia de la estación de tren de Oreco no se sintió así.

Guillermo siente un cosquilleo en su garganta de tanta presión que está haciendo con su mandíbula por la rabia, nunca ha sentido tanto enojo acumulado por dentro. No puede tolerar el hecho de que su hija se escapó de su alcance, el hecho de que fue en busca de una mejor vida que la que él le daba. No puede soportar que ella no atraviese la misma crueldad que él atravesó, incluso cuando partió para esforzarse en conseguir algo mejor tal como él sostiene que tiene que hacerlo. No puede ver más allá de la parte donde perdió la autoridad y absoluto control por encima de ella. 

Los pocos vecinos que alcanzan a verlo llegando a su casa se espantan con su apariencia, la señora de la casa verde, Doña Emilse, baja las persianas en el momento que lo ve pasar. Elvira se hubiera asegurado de cerrar la puerta con llave si hubiera sabido lo que iba a pasar, pero como no es vidente, se topa con la misma sorpresa que Teo cuando Guillermo entra a la casa de un estallido. La puerta se abre de un golpe. El estruendoso sonido hace saltar a Teo, quien inevitablemente deja caer el jarrón con agua por todo el piso. Elvira gira su cabeza instantáneamente luego de oírlo, pero tal como la otra vez, la voz de Guillermo la retiene en su posición. 

Teo hace contacto visual con él, y solo esa mirada le basta para darse cuenta de que la situación será totalmente diferente a todas las anteriores. Ni siquiera tiene tiempo a preocuparse por el agua ni por el dolor que le provocaron las gotas de agua caliente salpicando en sus piernas cuando Guillermo vuelve a cerrar la puerta con la misma brusquedad.

—¿Sabías que Leonor se había subido a un tren el día que se fue? —pregunta, tan irritado que su voz suena más grave de lo habitual.

Teo literalmente tiembla. Se tambalea mientras da pasos en reversa, alejándose intuitivamente al ver a Guillermo acercarse a él. Retrocede tanto que choca con la mesa de la cocina, golpeando la pata de esta con su pie.

ALMAFUERTE © ORIANA CORRIDONIWhere stories live. Discover now