𝟮𝟳.

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9 de agosto.

Elvira no puede dormir tranquila. Solo su madre sabe dónde está escondida, y ya es demasiada información suelta. Está tan asustada, la incertidumbre de no saber si Leonor recibió las noticias no la ayuda en absoluto. Leonor no quiere responder a su carta, quiere volver al pueblo para encontrarla en persona. Es una decisión tomada, y una que tiene que compartir con la única persona que puede interferir porque genuinamente cree que será tan fácil como hacérselo saber a Aris y esperar que él lo acepte. Cree que, si no se lo oculta, no habrá ningún problema a futuro.

El desastre que hizo en su habitación sigue intacto, no hizo otra cosa que trabar la puerta y desplomarse sobre su cama para dormir y evitar destruir algo más. Tuvo su momento de reflexión previo a quedarse dormida, arrepintiéndose por dañar cosas que no le pertenecían, pero lo olvidó todo una vez que se desvaneció en su sueño. Todo ese cansancio que no carga físicamente al no tener que hacer ninguna tarea que drene su energía se lo lleva su cabeza, está emocionalmente agotada. Si pudiera solucionar todo como lo hizo por la noche, lo haría.

Se despierta por la mañana con una queja escapando de sus labios. El sol que entra por la ventana es más molesto de lo habitual. El frío es más crudo. El duelo es difícil de ignorar. La única motivación que Leonor tiene para levantarse y alistarse es el hecho de que no puede seguir dándole libertad a su padre. Frota sus ojos luego de varios minutos observando el techo, y se pone de pie aun sin tener una visión del todo clara. Viste el mismo atuendo de siempre, y hace el mismo recorrido que suele hacer cada mañana cuando va desde su cama hasta su baño. Su rostro luce terrible, sus ojos están hinchados por el llanto de la noche anterior y su piel está pálida. Su cabello está tan alterado como puede estarlo luego de un corte tan desprolijo. Leonor sabe que su madre le dirá algo sobre el corte, así para ahorrarse un reproche, toma el primer listón de cabello que tiene guardado en su cajón y sujeta los cortos mechones en una cola de caballo. Gira su cabeza para verse de perfil, y confirma que en lugar de una cola de caballo ahora tiene un rabo.

—No lo hiciste para verte bien —se recuerda a sí misma, cerrando el cajón de un golpe y agradeciendo que su ataque de ira no la dejó calva.

Se dirige a la puerta, gira la llave y se detiene unos segundos para poder mirar alrededor de la habitación antes de abandonarla. No hay rastro de Félix por ningún lado, lo que significa que posiblemente está escondido debajo de alguno de los muebles. Desde que Aris aceptó su estadía en el castillo ella ya no lo deja encerrado como antes para que nadie lo vea, pero ahora que tiene que ir en busca de dicha realeza, prefiere saber que su gato estará en el mismo lugar que lo dejó. Tendrá que ordenar el caos antes de irse, así que volverá a su habitación de todas formas. Leonor deja de lado la preocupación y cruza la puerta, cerrando con llave para que nadie entre.

Es la primera vez que camina por los pasillos sin tener en claro qué esperará por ella cuando camine de vuelta. Cada vez que volvía por ese camino sabía que tenía que ayudar a su madre luego, que tenía que seguir escribiendo o que tenía que encargarse de alguna tarea, pero ahora todo eso es inexistente. Su madre no necesita ayuda, la novela ya está terminada y las tareas domésticas no son su prioridad.

Divisa al fondo del pasillo a Guzmán, y asume que está un paso más cerca de Aris. Guzmán levanta la cabeza y la ve cuando se acerca a él, saludándola con una sutil inclinación de su cabeza como siempre.

—¿Sabe dónde puedo encontrar al príncipe? —pregunta Leonor sin preámbulo, su voz es un poco más profunda de lo que Guzmán esperaba oír.

El caballero no responde, en su lugar, levanta su mano ya que solo tiene que apuntar detrás de ella para darle la respuesta. Leonor gira y ve a Aris acercándose, precisamente con unos papeles en su mano que necesita entregarle a su colega. Ve a Leonor y la recibe con una pequeña sonrisa como suele hacer con cada persona cuando está de buen humor por la mañana. Luego de aquella confusa situación que interrumpió su clase de ajedrez, le resulta confortante ver a Leonor y con una nueva imagen.

ALMAFUERTE © ORIANA CORRIDONIOnde histórias criam vida. Descubra agora