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29 de junio.

Ha pasado un largo tiempo desde la última vez que Aris pudo divertirse con sus colegas. A pesar de poder disfrutar de conversaciones y encuentros casuales con Guzmán, el príncipe extrañaba esa sensación de pasar un buen rato con Álvaro, quien es como un hermano menor para él. 

El aire se llena de ese sonido que hacen las espadas al rozar entre sí, volviéndose más agudo cada vez que se arrastran una por encima de la otra. Hasta la disciplina más sangrienta puede volverse un juego cuando se trata de matar el aburrimiento. Álvaro es realmente bueno, se ha interesado en la esgrima desde que era muy pequeño. Tiene precisión, tiene responsabilidad con el uso del arma, tiene agilidad en sus movimientos, pero también tiene un defecto. Habla mucho mientras pelea.

—Creí que estaba mejorando, Su Alteza —dice en tono burlón, frenando un ataque—. ¿Qué ha estado haciendo todo este tiempo que no ha practicado?

—Otras cosas —responde Aris, jadeante.

—Se nota, parece que ni siquiera sabe cómo usar una espada.

—Lo estoy dejando ganar.

Álvaro lo toma como un reto, girando inesperadamente su espada para atacar del lado contrario. El movimiento toma a Aris por sorpresa, logra retroceder a tiempo para frenarlo pero no para ganarle en fuerza. Las espadas impactan entre sí, y el más joven se aprovecha del débil agarre de su rival para empujar su arma hacia abajo. Aris queda indefenso y sin poder hacer otra cosa que esquivar el ataque con su cuerpo. Se arrodilla ágilmente, evadiendo la espada que Álvaro podría haber desviado pero que inevitablemente queda clavada en la pared. La reacción de ambos fue tan rápida que, afortunadamente, queda por encima de la cabeza del príncipe.

—Yo creo que tiene que enfocar sus intereses en las prácticas.

A Aris le resulta extraña la manera en la que su colega lo acusa. Parece que está diciendo algo muy específico, usando la esgrima como excusa.

—¿Desde cuándo le importa en qué me intereso?

—¡Desde que lo vuelve débil! —se queja Álvaro—. Si hubiera estado prestando su tiempo y atención en la disciplina, no sería tan fácil de vencer.

Aris endereza su espalda, recomponiéndose de la mala partida. Arquea su ceja, juzgando al hombre menor.

—Mi tiempo lo presto para cosas importantes. No creo que sea más interesante afilar unas espadas que preocuparme por asuntos del reinado.

Es ahí donde Álvaro deja su lado infantil desenvolverse y hacer valer los 10 años de diferencia que se lleva con Aris. Presiona sus labios juntos, arrastrándolos hacia el interior de su boca para intentar contener la sonrisa que es más que obvia.

—Eso no es lo que dicen las voces, príncipe...

Aris analiza su rostro, volviéndose más arrogante que nunca con su mirada.

—¿De qué voces estamos hablando?

—A Guzmán le gusta hablar mucho. Más que a mí.

Ofensa es un término correcto para describir lo que está sintiendo Aris en este momento.

—¿Han estado hablando de mí a mis espaldas?

—¿Quería que habláramos de usted, con usted presente? —juega Álvaro con el sarcasmo, arrancando una risa aún más sarcástica del príncipe.

—Que descarados.

—Mírele el lado bueno. Al menos ya no nos tiene que decir usted que está interesado en alguien porque ya lo sabemos.

ALMAFUERTE © ORIANA CORRIDONIWhere stories live. Discover now