Capítulo 3

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La azotea de su edificio era uno de sus lugares favoritos. En ese sitio podía contemplar plenamente las estrellas, las cuales parecían resaltar mucho más en esa noche.

Una sonrisa se asomó en sus labios. Era una vista simplemente espectacular. Y luego de una semana de arduo trabajo, sentía que un poco de relajación era lo mínimo que merecía.

Quería estar así, con sus cabellos revueltos por el viento, pero con una sensación de calidez que se expandía por todo su cuerpo.

Era solamente ella y no necesitaba nada más. Aunque bueno, tal vez si pudo haberse traído a su gato para que tomara un poco de aire fresco.

Rin lo pensó por un momento. ¿Debería ir a buscarlo? No, mejor no. Podría resultar un poco peligroso para el curioso animal.

¿Cuánto tiempo tenía sin subir?

Parecía que había pasado una eternidad desde la última vez que lo había hecho. Su vida era tan agitada últimamente que había olvidado lo mucho que le gustaba ese lugar.

Antes, cuando la ingenuidad aún abundaba en su ser, solía venir más a menudo. Se llevaba una libreta de apuntes y un bolígrafo, dándole rienda suelta a su inusual imaginación.

Rin soltó una estruendosa carcajada. Debería haber estudiado para ser escritora o algo así, porque se armaba unas novelas. Era una tonta y, simplemente no tenía remedio.

¿Pero estaba bien ser así, no? Siempre y cuando supiera guardárselo para sí misma. No había ningún delito en disfrutar de un poco de fantasía.

Y como si la fantasía quisiese hacerse presente nuevamente, la imagen de aquel hombre le llegó de repente.

Rin sintió un escalofrío que le recorrió el cuerpo entero al recordar la frialdad de su mirada. ¿En verdad había llegado a fantasear con una persona así?

El físico no lo es todo en la vida, se dijo en voz baja. Ciertamente, el hombre era condenadamente guapo, pero bastante desagradable una vez su boca hablaba.

Insufrible.

Ese amor platónico estaba más que enterrado en su mente y corazón, y no le importaba si aún existía una fibra de su ser que quisiera reaccionar rebelde ante él.

Lo detestaba, y detestaba aún más la idea de tener que verlo. Sin embargo, se encontraba obligada a hacerlo. Y no solo a ver a ese sujeto, sino también al resto de sus amigos, que eran incluso igual de pedantes.

Aunque debía reconocer que había uno que hacía una pequeña excepción. El hombre de cabellos cobrizos se mostraba un poco amable.

No era tan lanzado como lo recordaba, por el contrario, parecía caballeroso invitándole de manera sutil a caminar por el parque.

"No todo es trabajo, señorita Rin" fue lo que menciono un día que la acompañaba hasta la salida.

Sus brillantes dientes se mostraron en una sonrisa, la cual ella devolvió pero no con la misma soltura.

Debía reconocer que era un hombre apuesto y tal vez, si su corazón no estuviese tan renuente ante la idea de enamorarse, podría darle inclusive un chance.

"Tonterías", gritó una vocecita.

La muchacha se levantó de su asiento, dispuesta a regresar a su departamento. Su mente ya había tenido suficiente de estupideces...

—Mejor me ocupo en algo —susurro para sí misma. Cualquier cosa era mejor, que estar pensado en hombres y en amor.

Y así Rin pasó el resto de su noche sumergida en una montaña de hojas. Cálculos y planos se apilaban en la mesa, mientras la joven se encontraba concentrada en su computador.

CORAZÓN ALMIBARADO | SESSHRIN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora