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Molly

Pues decido ir a mi habitación, pero siento como tocan la puerta principal y voy deprisa bajo la mirada de ambos. Tengo mucha hambre, ya los dejaré tranquilos pero debo comer.

Abro la puerta y veo que es comida china. A mí me encanta y el olor hace que mi estómago ruja. Ellos no dicen palabra alguna y lo agradezco.

Tomo la comida sin pagar, y salgo derecho a mi habitación. Entro y comienzo a comer. Escucho murmullos afuera pero nunca me ha interesado la vida de nadie, mucho menos la de ellos. Solo me importa mi hijo y yo.

Después de comer la deliciosa comida, que me duchara, y recostara en la cama y comenzara a leer pasan casi tres horas, escucho ahora que tocan la puerta de mi habitación.

Me acomodo y le digo que abra. Entra y me mira, su mirada no me transmite nada, es un hombre muy indescifrable.

Me analiza el rostro y baja la mirada a mi cuerpo. La sigo también y es que me doy cuenta que ando en el vestidito de dormir, es muy corto y transparente. Lo usaba en mi casa al estar sola después de bañarme, creo que es hora cambiarlo.

Rápido tomo la bata, me la pongo y él solo me observa. Me siento muy nerviosa y estoy todo el tiempo con la cabeza baja.

—He venido por la comida —señala su pote que traje hacia acá junto al mío.

—¡Oh, sí! Puedes tomarlo —contesto aún ansiosa.

Es un espacio muy pequeño para nosotros solos y siento que me voy asfixiando con cada paso que él da hacia dentro en la habitación.

—Lo siento por lo de antes —masculla Tohbías y yo lo miro fijo.

—No tienes por qué disculparte, es tu casa, yo era la que sobraba.

—No vuelvas a decir eso —Tohbías afirma sorprendiéndome— esta ahora será tu casa por nueve meses y te traje para que no estés incómoda. Oficialmente acabo de romper con ella.

Me quedo en silencio tras lo dicho y se me ocurre algo.

—¿Has escuchado Morat alguna vez? —pregunto.

—Espero que no estés recomendándome música triste, porque no soy precisamente de los que les gusta martirizarse más con cantantes que parecen que están llorando —responde él casi aguantando la risa.

—Él tiene un tono de voz ronco, no es que esté llorando y dice cosas con mucho sentido —expongo a la defensiva.

Ahora sí comienza a reír a carcajadas y yo solo me le quedo viendo con una sonrisa estampada en mi rostro. ¡No es justo que no tenga siquiera una facción fea en todo su rostro!

Termina de reír para verme a la cara.

—¿Sabes que mueves tus fosas nasales cuando te enfadas? —cuestiona aún riendo.

¿Cómo?

Me toco la nariz ahora avergonzada.

—No te preocupes, te queda bien y gracias pero no necesito escuchar canciones tristes, ya te dije que estoy bien. Mañana vamos a salir a casa de mi padre a las 8am —me tranquiliza ahora serio.

—Pero tengo que trabajar.

—Yo también, tengo mucho trabajo y aunque sea un viejo agrio es bastante cariñoso con los demás. Él me pidió que fueramos a verle esta semana y hace un rato me avisó, y que solo tenía libre el día de mañana para recibirnos. Mi padre no es de los que acepten un no como respuesta...

—Ya veo que es hereditario —confieso de pronto interrumpiéndolo y Tohbías solo me mira fijo. Tuerzo los ojos y le digo—: Está bien iré.

—¿Acaso te estaba preguntando si querías ir? —bufa él con sus payasadas últimamente habituales.

AtándonosWhere stories live. Discover now