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Molly
Horas antes...

"Pasajeros con destino a Ontario Canadá, aproxímense hasta la estación número..."

Mis piernas no siguen caminando en cuanto mis ojos caen sobre una familia. Es una compuesta por una madre y su pequeño hijo de escasos años. El niño está siendo sostenido con fuerza por una señora mucho más mayor que la mujer, mientras que él no deja de gritar y llorar por su madre que ya se encuentra de espaldas a el pequeño y camina en dirección a su estación.

Mi interior se encoje por ver tal escena y es como si me verticen agua helada encima.

¿Qué diablos estás haciendo Molly?

¿Acaso vas a dejar a tu hijo cuando tú misma sufriste en carne propia lo que es no tener a tus padres a tu lado?

Tras pensar varios segundos en lo que haré, giro mi cuerpo hasta salir fuera del aereopuerto. Tomo el primer taxi que veo hasta la mansión del abuelo de mi hijo. En el camino de vuelta pienso en sus alaridos y cómo aún me revuelven la vida, su sufrimiento y pesar pues jamás había pasado por algo así.

Los padres nunca serán perfectos para con los hijos, pero el esfuerzo por hacer las cosas bien es lo que cuenta. Aún no es tarde para volver a su lado y darle todo el cariño que siempre quise que me dieran a mí los míos.

Bajo hasta el gran portón de la entrada y tras las cámaras verme, continúo mi paso. Veo como se aproximan hacia mi varias sirvientas de la casa y toman mis maletas. Voy rápidamente caminando hasta donde dejé a mi hijo.

Entro dentro de la inmensa mansión y subo hasta el segundo piso. Ahí lo veo bajo las sábanas. Dormido con su precioso rostro rojo debido al llanto. Mi pecho se rompe al pensar en todo lo que le hice sufrir a mi bebé, cuando siempre me prometí a mi misma que nunca lo haría.

                           ***

Las horas pasan hasta que me llama una de las sirvientas que el niño despertó, corro hasta su encuentro y cuando sus brillantes ojitos me ven, se llenan de lágrimas. Impacto mi cuerpo con el suyo y lo cargo en mi regazo envolviéndolo en mis brazos. Lleno de besos su carita con amor y él solo me aprieta con tanta fuerza que logra que se me escapen lágrimas.

—No te fuiste mami —dice al fin con su voz llena de ilusión.

—No mi amor, no podría dejarte solo —respondo pero mi voz se rompe mientras paso las manos por sus mejillas.

Sus cara está tan mojada que me duele verle así.

—No llores más sí, vamos a ver la peli del gato con botas y a tomar unos helados.

Su rostro cambia drásticamente y me sonríe.

—¡Sí!, ¿puedo elegir el de maní?

Rio por lo que dice pues ese es mi favorito cuando estaba embarazada, al parecer nació con ese mismo gusto.

—Claro cariño.

Sale fuera corriendo hasta la cocina, se me acerca una de las empleadas y tiene el celular en sus manos.

—Señora Molly, el señor Tohbías nos pidió que le llamáramos cuando despertara en niño —comenta.

—No, no lo hagas. Estoy aquí y su padre seguro que está trabajando —pido y ella asiente y se marcha.

Así nos pasamos la tarde, mi pequeño y yo, ambos acurrucados viendo el gato con botas y luego jugando con Matts fuera en el precioso jardín de la mansión. Se nos van las horas y para cuando miro con detalle el reloj ya son las diez de la noche.

AtándonosWhere stories live. Discover now