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Molly

Su semblante tan rígido y su mandíbula apretada es todo lo que defino en su expresión. Mi mente no procesa lo que mis ojos ven, no cuando ha pasado tanto, no cuando es el momento menos indicado para su llegada.

—¿Me dejas entrar? —Ya hasta había olvidado su voz.

—¡Papá! —exclama mi pequeño con emoción reconociendo a su padre.

Es la primera vez que lo ve y es increíble que solo por fotos lo pueda reconocer ahora. Siento a Tohbías tensarse y mi hijo le salta encima y lo abraza, su padre no puede más que corresponder su abrazo.

Mi corazón está en puro frenesí por vivir esto, ya estaba en un punto en que no pensé que llegaste, joder fueron seis años. Seis putos años en los que lo necesité tanto conmigo. Las lágrimas no se tardan en aparecer, mi vista se empaña al punto que tengo que cerrar los ojos para que escurran por mis mejillas.

—¿Mami estas bien? —pregunta mi hijo preocupado.

Limpio mis ojos con las manos y aclaro mi garganta.

—Estoy bien cariño —contesto a mi pequeño primero y luego me dirijo a su padre—. Entra.

Su entrada hace que me pierda en él, su andar, su vestir, todo lo que desprende. ¡Lo extraño tanto! Nuevamente mis ojos arden avisando que el llanto está cerca. Me odio tanto por ser una persona sencible.

Cierro la puerta bajo su atenta mirada y le indico con la mano que tome asiento en la sala. La presencia de mi mejor amigo no se tarda, se queda como anclado al suelo cuando ve con incredulidad a la persona que acaba de llegar.

La mirada de Max está tan furiosa que temo que en algún momento le salte encima a Tohbías y le caiga a bofetones. Sus ojos se desvían a los míos suavizándose por completo.

—Me marcho, mañana nos vemos—declara como si mi esposo no estuvisese acabado de llegar de New York luego de seis años.

—Está bien —concedo al fin pues creo que lo mejor será conversar con Tohbías a solas.

—¿Por qué te vas si papá acaba de llegar? —interviene Tohb.

—Nos vemos mañana campeón —le dice a mi hijo y lo levanta en el aire mientras Tohb ríe sonoramente.

No dejo mis manos quietas porque a pesar que he vivido esto mil veces, hay otro expectador sentado en la sala de mi casa. Expectador que ahora mismo quisiese que fuese él quien cargara de esa forma a nuestro hijo.

Max se marcha en su auto y me despido de él, dejando solo a Tohbías con nuestro hijo. Luego de ver el auto marcharse, voy directo a la sala de estar y los escucho hablando.

—¿Por qué un perro tan chiquito? —le cuestiona Tohbías a nuestro hijo.

A lo lejos veo tras la cortina como está mi pequeño sentado en el suelo ante él, mientras que su padre le mira con atención. Mi pecho se aprieta con la escena, verlos juntos por primera vez.

Ver sus parecidos, porque no puedo negar que mi pequeño tiene más de él que de mí. Es la copia exacta de Tohbías cuando tenía su edad e incluso ahora con la diferencia de edad, nadie podría negar que es su hijo.

AtándonosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora