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Molly

Salimos luego de comer y esta vez vamos directo a casa. Todo está en silencio excepto por nuestro pequeño que no deja de hablar con su padre todo el tiempo. Bajamos al llegar y entramos.

Mi celular suena en mi bolso y lo saco viendo su número.

—Hola Maxi —saludo hablando con el teléfono en la oreja.

Veo a ambos subir al piso superior e imagino que llevará mi pequeño a su padre a conocer su habitación.

—¿Todo bien?

Su pregunta me deja consternada, no sé siquiera qué contestarle.

—Me pidió el divorcio —digo sintiendo mis ojos arder.

¡Soy tan débil!

—Maldito gilipollas —masculla a través de la línea.

—¡Mami! —chilla la voz de mi hijo desde arriba.

—Lo siento Max luego hablamos, Tohb me llama —le comento y él se despide.

Cuelgo y subo las escaleras dejando las llaves en su lugar. Veo la puerta del cuarto de mi hijo abierta y su padre sentado en el sofá azul en forma de auto mientras mi pequeño enseña todos su juguetes.

—¿Mami ya podemos meternos al jacuzzi? —pide y me sorprendo.

Todos los lunes es algo religioso que hago con mi pequeño, desde más chico pasábamos horas en el jacuzzi, ya que no tenemos piscina y siempre le ha gustado nadar.

—¿Hoy? —tartamudeo nerviosa.

—Hoy es lunes mami y papi está aquí, quiero que vea como aguanto la respiración —dice mi pequeño de carretilla con exaltación.

Mis ojos van a los de Tohbías directamente. Ni siquiera dice nada ¿entonces quiere meterse al jacuzzi con nosotros?

—Cariño, tu padre tiene que irse ya, debe trabajar —me excuso mirándolo a él para que me ayude con la situación.

La vista de mi hijo se gira hasta la de su padre y este le mira.

—¿Te vas ya papá? —inquiere con tristeza.

El hombre que le dio la vida se queda en silencio por varios segundos.

—No, vamos a por ese jacuzzi —habla y mi garganta se seca al instante.

Me observa ahora ladeando una sonrisa. ¿Por qué hace eso?

—¡Sí! —chilla nuestro hijo y va hasta su closet por su bañador.

¡Mierda!

—Tohb, pero papá no trae su bañador —le hablo a nuestro hijo y el mismo vuelve hasta nuestro sitio con los hombros caídos.

Sus manos tienen ya su pequeño bañador y mira con cara de cordero degollado a su padre. Odio verle poner esa mirada.

—No te preocupes campeón, me meto en bóxers si a tu madre no le molesta —manifiesta.

Mis ojos se abren como platos al imaginarme la escena. ¿Verlo practicamente desnudo al lado mío y no poder siquiera tocarlo? ¡Joder!

—Está bien —accedo y nuestro hijo da brincos feliz.

Le ayudo con el bañador al quitarle la ropa y luego lo dejo con su padre, para preparar el jacuzzi y cambiarme también. Al cabo de un rato, aviso desde la tercera planta con un grito que ya está listo.

Me giro a poner las toallas en la encimera que hay cerca para cuando salgamos. Los escucho adentrarse. Me enderzo y mis ojos van fijos a su cuerpo desnudo. Es algo que no puedo evitar.

AtándonosWhere stories live. Discover now