Epílogo

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Cinco Años Después
Tohbías


La veo sonreír ampliamente. Mi vida se me restaura cada vez que lo hace, pero a los segundos vuelve a ser la mierda que es desde hace seis años.

Porque ella no recuerda nada pero yo sí. Luego de llevarla a el hospital más cercano y que lograron estabilizarla, solo desee morir.

No soporté cada segundo que pasé a la espera de que abriera los ojos, para verlos sin vida, opacos y tristes. No soportaba el hecho de que ella me mirara a los ojos decepcionada de mí y rota por dentro.

Pasaron dos días con ella inconsciente, casi la pierdo pues perdió mucha sangre y rasgaron su interior tanto que tuvieron que sacar todos sus órganos reproductores. Le hicieron una histerectomía total.

Para cuando abrió los ojos estaba perdida, asustada y temerosa. Temí por noches su reacción, pero nunca llegó.

No me reconoció, ni a nuestro hijo, ni mi padre, ni a los suyos y ni siquiera a ella misma. No sabía su nombre, edad o quién era.

Mi dolor aumentó drásticamente, porque al analizar su cerebro y no encontrar lesiones o golpes internos, según una psiquiatra su perdida de memoria fue debido al gran trauma que sobrepasó. Su mente bloqueó todo lo que sufrió de esa forma, fue una forma voluntaria a la que se sometió su cuerpo para sobrevivir.

Tengo miedo un día despertar con sus gritos debido a lo que sucedió, temo ver odio en su mirada hacia mí.

Cuando los exámenes llegaron a mis manos sentí ganas de desaparecer, de meterme un puñetero tiro a mí mismo. Me confirmaron lo que tanto temía y ahora me persigue todas las noches en mis pesadillas.

Me encargué personalmente de esas escorias ese día, pero mi ansias de matar seguían y no me bastó con ellos, ubiqué a toda la familia de los hijos de putas que violaron a mi mujer.

Uno a uno, los encontré hasta cazarlos y los despellejé vivos, hombres, mujeres, niños. Nadie se salvó, éramos ellos o yo. Y por supuesto goce desgarrándolos y escuchando sus lamentos. Hoy no queda nadie de ellos pisando la tierra.

Aunque para Molly todo ahora mismo esté bien y esté feliz, en mi caso es lo contrario. No puedo dormir, no puedo cerrar los ojos sin que me lleguen pesadillas de ese día.

La perra de Analisse lo grabó todo y aún las imágenes se reproducen en mi cabeza, aunque haya hecho años atrás trizas las cámaras e incluso haya borrado los vídeos. Sin embargo, de mi alma no salen, están tatuados desde ese entonces y son como demonios al acecho.

Seis putos años en que no olvido lo que pasó. Pero no la dejé sola, fui paciente y dejé que me conociera, que estrechara su relación con su hijo y que nuestra familia se solidificara. Nuestro amor ha sufrido de fantasmas, amnesias, venganzas e henos aquí.

Le mostré fotos de lo feliz que fuimos, en cambio desaparecí de los medios y de todo sitio lo que sucedió. Por mucho que mi padre e incluso Malcolm me dijeran que al final todo es una ilusión que ella debe saberlo, no quiero decirle, no soportaría verla llorar.

La veo detalladamente y el precioso vestido que se le ajusta perfectamente a cada curva de su celestial cuerpo.

Pasé un año entero martillándome la cabeza cada que surgía la tensión sensual, me sentía mal cada vez que veía su cuerpo las nuevas marcas que tenía y no me atrevía a tocarla.

Ella no entendía, mi negación a tener sexo y es que no me sentía digno, todo emergía de lo profundo de mi ser cuando la veía desnuda ante mí. Las imágenes volvían a mi mente atormentándome.

AtándonosWhere stories live. Discover now