33

3K 201 3
                                    

Molly

Mi corazón no podía con tanto, con su actitud conmigo. Dolía como mil demonios sentir su rechazo e incluso fastidio cada vez que le hablaba, sabía perfectamente que tras todas esas capas de frialdad se encontraba la persona cálida de la cuál me enamoré.

¿Pero qué podía hacer ahora? No existía una maldita máquina del tiempo que me diera la posibilidad de virar al pasado, no debí dejarlo solo, no en esa situación. Sin embargo, mis razones en aquel tiempo pesaban más que nada.

Huí de su rechazo total cuando despertara y ahora lo vivo diaramente, ahora estoy sufriendo por lo que una vez quise evitar. ¿Pero cómo acaso puedo siquiera señalarle?, cuando veo su lucha interna, cuando habla me hiere pero cuando me toca es el mismo hombre de antes, porque a lo contrario de mi pensar, él si me quería ver al despertar, él sí quería formar una familia.

Le hice sufrir por mi ausencia, le hice marchar solo todo el camino de su lucha. Una lucha contra el cáncer que retomó solo por nosotros, por mí y por nuestro bebé, él se había dado por vencido y nostros le dimos sentido a su vida, ¿y cómo le pagué?

Solamente huyendo como toda una cobarde.

Siquiera puedo pasar tres segundos a su lado sin sentirme culpable, porque ni a mí misma me perdono el haberme marchado. Lo amo tanto, que apenas lloro con solo escucharle sus reproches.

¿Entonces él es malo aquí? ¿Él fue quién se marchó? ¿Él no quería una familia? A todas las preguntas se les responden en mi mente con un: No.

Todo lo hice por seguir viviendo en el pasado, dejé de ver mi futuro con él, dejé de luchar por nosotros en el momento más difícil, ¿entonces él es el malo?

Hizo su vida cuando yo nunca estuve, ¿acaso puedo siquiera acusarlo o exigirle? Sin emabrgo, no puedo seguir así llorando cada que hablamos sintiéndome el peor ser humano del mundo. La vida sigue y aunque mi vida se resuma en mi hijo, creo que es hora de dejarlo libre, de que encuentre su felicidad en otro brazos aunque yo me esté quemando por dentro.

Camino hasta llegar al comedor y ya el horizonte está despuntado tras las edificaciones. Alumbra de forma ténuel el lugar y veo a mi pequeño charlar con su abuelo y padre. Ambos me ven llegar y justo al sentarme comienzan a servir la cena.

Cenamos con tranquilidad y yo le di de comer a nuestro pequeño mientras comía al mismo tiempo.

Cuando vamos a marcharnos el señor Reinalds nos insiste tanto en quedarnos, que al final Tohbías termina cediendo. Subo hasta las habitaciones y mi pecho se va apretando con cada paso que voy dando. Justo me sitúo frente a la puerta de mi antigua recámara en esta casa. 

Abro y con mi mirada empañada veo todo tal cuál quedó hace bastante tiempo atrás. Incluso la cama de Plelusas está en su sitio. Me adentro y abro las cortinas perdiéndome en el horizonte. Así estoy por varios minutos hasta que escucho a alguien entrar.

El cabello rojizo es lo que observo y luego sus verdes ojos. Su presencia impone tanto que siempre he lucido nada a su lado.

—El niño dormirá conmigo sino te molesta —habla casi pidiéndome permiso por la forma en que lo hace.

Veo cómo mete sus manos dentro de sus bolsillos.

—Está bien, le encantará la idea —concedo y él asiente.

Lo veo girarse dispuesto a irse pero lo noto antes darle un repaso a su habitación.

—Mejor contémosle ya a nuestro hijo, no quiero atarte más a situaciones incómodas. Ni siquiera verte harto de tener que soportarme —expongo y su ceja se levanta.

AtándonosWhere stories live. Discover now