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Tohbías

Los cristalinos ojos de la mujer que tengo enfrente acaparan mi visión. Mi furia es tanta que creo que si le digo, algo terminará ya sé cómo.

—Lo siento —murmura con la voz apenas audible.

Mira todo el tiempo al piso, sus manos casi están temblando y estos son síntomas que reconozco muy bien. Suspiro con pesadez sintiendo mi cabeza apretarse.

—¿Por qué hiciste eso Alara? —inquiero tratando de mantenerme calmado.

La imágen del rostro de mi hijo no sale de mi mente. Y cada vez que la recuerdo me agrieta más que antes. Su mirada triste e incluso decepcionada viéndome directamente a los ojos.

Todo por causa de...

—¡Maldita sea Alara! —espeto ahora sí que perdiendo todos mis papeles.

Comienza a llorar con fuerza por mi estallido, mis puños se aprietan a mi costado cegado por la furia que me carcome.

—No te tocaba decir eso —grito fuerte.

Ni siquiera logra mirarme solo solloza gimoteando en su lugar.

—No tenías derecho alguno de meterte en eso. Ni siquiera de venir hasta aquí en primer lugar cuando te dije que no lo hicieras.

—Pero ella... —balbucea con la voz rota.

—Ella nada, solo ella tenía el derecho a decirle —bramo haciendo ademanes.

Sus ojos llenos de lágrimas me reparan y su dolor casi que me desgarra.

—Ella nunca le va a decir si fuese de por ella —titubea y mi mirada se vuelve fulminante.

Inspiro aire buscando calmarme para no herirla más.

—Mejor vete, luego hablamos —ordeno serio.

Aún está llorando y cuando le digo eso toma más intensidad.

—Alara por favor márchate —reitero.

Mi personalidad es bastante fría por naturaleza. En parte odio ver a las mujeres llorar, y en parte no soporto ofenderla pero tampoco le voy a aguantar cosas así. No cuando se trata de mi hijo.

—Tohbías yo lo sient...

—Es tarde para eso ahora, mejor vete ya te dije. Tengo que arreglar la mierda que hiciste. Sabes muy bien si seguimos discutiendo cómo terminarás tú —bufo y salgo caminando.

Camino por el sendero de piedras y cuando me he separado un tramo, escucho un cuerpo despomarse. ¡Mierda!

Giro mis talones y corro hasta su sitio. La levanto y su cuerpo lo tomo en mis manos cargándola en el aire. Camino o casi corro con ella hasta el auto más cercano y Malcom al verme, solo arranca sabiendo perfectamente a dónde dirigirse.

Entramos y el olor a hospital inunda mis fosas nasales, voy a la habitación de siempre y al instante comienzan a ponerle oxígeno. Alara padece de estas crísis desde lo de su padre, cualquier estrés puede afectarle al punto de desmayarse en cualquier instante. Con ella todo es un riesgo constante, por eso no dejo ni siquiera que conduzca sola por ahí.

Ponen un calmante en sus venas debido a que comienza a convulsionar sobre la camilla. Ayudo a sostenerla hasta que su cuerpo va siendo dominado por el efecto del medicamento. Esto no es nuevo para mí, esta es ya la sexta vez que sucede esto.

Me siento en la primera butaca que veo mirándola inconsciente sobre la camilla. Esta situación me está sobrepasando a tal punto que rompería todo lo que tengo enfrente. Mis puños ya no pueden apretarse más y mi mente no deja de darle vueltas a todo.

AtándonosWhere stories live. Discover now