21

5.6K 290 25
                                    

Molly

El cirujano me observa con atención esperando mi respuesta. Tohbías merece vivir, yo daría mi jodida vida por la suya si fuese preciso.

—No importa doctor, proceda con la cirugía —digo y siento lágrimas caer en mis ojos.

—Está bien señora, disculpe —habla y veo que sale de la habitación.

Veo a mi esposo en esa cama y todo mi ser se quiebra en pedazos. Algo dentro de mí comprime mi pecho, no soportaría ver a un Tohbías indiferente a mí, no soportaría su rechazo.

Paso la noche con él en la habitación del hospital, llorando casi todo el tiempo. Meditando y pensando lo que haré, que camino elegiré.

Tengo miedo, me aterra que mi Tohbías cuando abra los ojos me mire a los ojos con esa mirada helada que tenía cuando lo conocí, lo nuestro sucedió tan rápido y al parecer mucho más rápido va a terminar.

Pero saber también que siempre fue su deseo, tener un hijo conmigo, él que se había rendido y que haya aceptado el tratamiento y operación debido a la familia que formaríamos, me desgarra, porque sé que me ama, sé soy importante en su vida. Me lo ha demostrado una y otra vez.

¡Jodida vida!

Mi hijo no tiene porque aguantarle rechazos a nadie, aunque sea su padre, nunca me permitiría provocarle sufrimiento a mi preciosa criatura. A él quiero darle la paz y el amor maternal que yo nunca recibí de mis padres, no quiero que se sienta como yo con los míos. Yo lo viví y aún eso ha dejado huellas en mi interior, que calan y duelen cada vez que las recuerdo. Y aunque sé que él ama a este pequeño tanto como yo, no voy a darle el beneficio de la duda.

¡Mi hijo es lo primero!

Duermo quizás una o dos horas en la noche, veo el alba despuntar entre las grandes edificaciones de la ciudad. No he comido nada en aproximadamente seis horas desde que estoy aquí con él.

Me levanto, lavo mi cara y miro al espejo mi rostro, luzco demacrada, sin vida y realmente así me siento ahora. Inhalo aire en mis pulmones tratando de refrescarme un poco y de ponerme en marcha. Me conozco y si lo sigo pensando sé que voy a quedarme.

—¡Por mi hijo! —Es por mi hijo.

Salgo a la habitación privada donde está la camilla y me encamino hacia donde él está, me inclino y deposito un beso fugáz cargado de tristeza y despedida en sus labios, luce tranquilo mientras duerme, su cabello ya bastante largo sobre la almohada. Su respiración es suave y yo solo lo observo una vez más. Lágrimas se escurren por mis mejillas mientras tomo mis cosas y salgo fuera al inmeso pasillo del hospital.

Veo al Senador que se acerca a mí en mi dirección y ahora sí comienzo a llorar sin medida en sus brazos, él me envuelve en ellos con cariño y me susurra al oido:

—¿Estás segura de lo que harás? —dice bajo para que solo yo lo escuche, pues la sala es un torbellino de personas a esta hora de la mañana.

—Lo siento, no veo otra opción, no lo soportaría —le respondo entre sollozos en su pecho.

—Haz entonces lo que creas correcto, él te buscará estoy seguro pero por favor, déjame saber en dónde estarás, quisiera conocer a mi nieto —explica Reinalds.

Me despego de sus brazos y miro a sus ojos nostálgicos y le trato de sonreír como puedo.

—Claro, te mandaré una carta desde dónde me encuentre —aseguro y él limpia lágrimas que ruedan por mi rostro.

—Gracias por llegar a nuestras vidas pequeña. —Agradece  con su mano en mi hombro.

Tras terminar la conversación tomo un taxi, directo a un banco para sacar mi dinero de la cuenta. Luego voy a la mansión y hago una pequeña maleta con lo necesario y salgo de allí tratando de no observar los alrededores.

Voy en taxi hasta el aeropuerto más cercano y saco un boleto de avión lo más rápido que puedo para dirigirme a Canadá, busco en google antes de montarme en el avión diferentes pueblitos pequeños de ese país y sus apartamentos de renta, hasta que me enamoro de uno, Goderich es en Ontario.

Trato de cerrar un poco los ojos en el trayecto y conseguir quedarme dormida pero es imposible, como algunas cosas de las que ofrecen en primera clase y pongo mis audífonos.

Escucho a Miley Cryus con una de mis canciones de favoritas:

"Sí, cuando mi mundo se está cayendo en pedazos
Cuando no existe luz con la cuál derrotar a la oscuridad
Es entonces que yo Te miro
Cuando las olas están cubriendo la costa y ya no puedo
Encontrar mi camino a casa
Es entonces que yo Te miro
Tú eres justo como un sueño para mí
Como los colores de un caleidoscopio que me cubren
Todo lo que necesito
Cada aliento que respiro
¿Acaso no lo sabes? Eres hermoso"

Precisamente en ese momento siento la primera patada de mi bebé en mi panza y me sobresalto, la acaricio nuevamente sonriendo con tristeza y le susurro:

—Estaremos bien pequeño, ya lo verás—comento por dentro de mí.

Tras varias horas de camino, bajo y tomo un taxi hacia la dirección donde voy a rehacer mi vida nuevamente. Llego al pequeño pueblo y con ayuda me instalo en un pequeño apartamento.

Mi vida a partir de hoy cambiará.

AtándonosWhere stories live. Discover now