Olor a neumático quemado, la histeria de la gente, motos rugiendo.......Todo por y para el Rey de las carreras de Clock Street, Emilio Osorio ó más conocido por Salvaje.
Una historia de dolor, pasión, amor, desamor mezclado con la ilegalidad, la ad...
Nueva noche en Clock. Hoy Emilio se sentía extremadamente feliz y no sabía la razón. Ni si tenía nombre y apellido la razón de esa felicidad. Hoy había cena familiar en Clock. Amigos que eran cómo hermanos se reunían en torno a una mesa un poco alejada del espectáculo y ahí se contaban sus aventuras, historias, etc. Muchos preguntaron a Emilio por aquel sexy castaño de hace unas noches. Éste reía cada vez que le preguntaban por él, pero en verdad echaba de menos su cara, su cuerpo, su voz llamándolo por su nombre. Decidió alejarse para fumarse su típico cigarro acercándose a su coche que estaba en la entrada de Clock.
Se sentó encima del capó observando a su segunda familia y al resto de la gente llegando a ver las carreras. Estaba tan metido en su mundo que no se percató de una presencia nueva.
- Fumar mata ¿sabes?
Al escuchar esa voz inmediatamente giró su cabeza encontrándose con ese chico que posiblemente estaba haciendo que se encontrase tan feliz.
- Y tú no deberías estar aquí sólo ¿sabes? - dijo guiñándole un ojo.
- Hay muchos chicos guapos que me protegen - dijo Joaquín colocándose delante de él - Cómo tú.
Joaquín cogió el cigarro dándole una calada dejando a Emilio totalmente impresionado. Sonrió y le arrebató el cigarro.
- Si sabes que fumar mata, ¿Porqué le acabas de dar una calada a mi cigarro?
- No lo sé, ha sido un impulso... Bueno iré a ver las carreras.
Joaquín se dispuso a andar en dirección contraria a la del rizado, pero la voz de éste volvió a pararle haciéndolo sonreír mordiéndose su labio inferior.
- ¿Qué quieres salvaje?
- Ten cuidado ¿vale? Y si te ves en peligro búscame - dijo viendo a Joaquín alejarse - Aunque seguramente yo te encuentre antes - dijo por lo bajo.
Joaquín se dirigió a dónde su amigo que se encontraba de la mano de su novio. Habían sido 2 semanas espectaculares para Eduardo y Nikolás. Se contaron todo lo que no se habían contado antes y no podían estar más felices. Eso alegraba a Joaquín aunque también le daba envidia porque él no tenía a nadie que le tratase cómo Eduardo trataba a Nikolás.
Cuándo se aburrió de ver las carreras se acercó hacía esa mesa con tanta gente. Vió a Emilio sentado encima sonriendo a los que supuso que eran sus amigos. No tenía intención de captar su atención, pero lo hizo. El rizado le dedicó una sonrisa coqueta y sonrojado Joaquín fué a por una cerveza.
- Eh tu castañito - dijo uno sacándole de su mundo - Éstas cervezas no son para pijos cómo tú - dijo pegándole en la mano.
La cerveza cayó al suelo haciéndose añicos y captando la atención de todo el mundo.
- Yo-yo no sabía que... Yo...
- Eh Marín tranquilo - apareció Emilio - Élestá conmigo - dijo sosteniéndolo por la cintura.
Todo el mundo lo estaba mirando y aquel tal Marín se fué no sin antes pedirle perdón a Joaquín por tratarlo así. No quería problemas con su amigo, no después de haberlo oído cómo hablaba de Joaquín.
- Yo lo siento Emilio, n-no era mi intención.
- Tranquilo nene, todo está bien - dijo besándole la frente - Ven, vamos a hablar más tranquilos.
Emilio agarró la mano de Joaquín y empujándolo un poco lo llevó lejos de esa mesa. El menor volvió a disculparse mil veces por entrometerse en su cena y el rizado insistió en que todo estaba bien.
- Yo sólo quería algo de beber y siempre me entrometo.
- Joaquín...
- Siempre en dónde estás tú voy y hago el ridículo.
- Joaquín - insistió Emilio.
- Y luego me conocerán cómo...
- ¡Joaquín basta! Te he dicho que está todo bien. Si tú no le das importancia nadie se la dará.
- Perdona...
- Deja de disculparte.
Emilio se colocó frente a él quitando el pelo que cubría su ojo derecho colocándoselo detrás de la oreja con un poco de dificultad. Joaquín sonrió ante el gesto tan gentil y cariñoso. Se acercó más y notaron cómo sus respiraciones se mezclaban.
- No sé que me ha pasado éstas semanas. Desde que te ví he estado más alegre, todo el mundo me lo ha dicho y sorprendentemente he echado de menos tu voz un poco irritante - Joaquín rió haciendo sonreír a Emilio - Aunque adorable. He echado de menos tu cuerpo, tus manos sobre mí ó de lo nervioso que te pones cuándo me tienes cerca - dijo pasando un brazo por su cintura - Y no quiero que ésta sensación desaparezca Joaquín.
- ¿Y qué propones que hagamos?
- ¿Ahora? Ahora quedarnos así un rato. Me gusta tenerte cerca.
Joaquín pasó sus brazos por el cuello del más alto mordiendo un poco su hombro y es que no podía evitar sonreír. Emilio le encantaba, era guapo, elegante y le gustó el hecho de que no fué detrás de él cuándo se le insinuó y ahora lo tenía ahí entre sus brazos diciéndole que le hacía feliz. Y Emilio... Emilio estaba tocando el cielo ahora mismo abrazando al más bajo. Le encantaba el roce con su piel porque tenía las manos por debajo de su camiseta. Su piel estaba caliente a pesar de la baja temperatura que hacía en la calle. Comenzó a hacer dibujos en su piel, cosa que causó un leve escalofrío a Joaquín. El rizado se dió cuenta y sonrió besándole detrás de la oreja.
Tras estar un rato ahí juntos, decidieron moverse un poco. Joaquín le dijo que tenía que ir a casa y Emilio decidió llevarlo a casa en coche. El viaje no fué muy divertido, ambos iban callados aunque no se sentían para nada incómodos. Llegaron a la calle de la casa de Joaquín y aparcó en la acera de enfrente de su casa.
- Gracias por traerme Emilio.
- De nada - dijo sentándose en el capó de su coche.
Joaquín le sonrió y comenzó a andar a su casa, pero no quería irse a dormir así. Se detuvo antes de llegar a la puerta y se giró hacía el rizado. Lo que éste no esperaba es que iba a correr hacía él y besarlo apasionadamente. Las manos de Joaquín estaban en su mandíbula y las de Emilio muy cerca de su trasero. Era una batalla infinita entre sus lenguas.
Se separaron tras unos segundos y Emilio palmeó el trasero de Joaquín.
- Entra precioso, no quiero que te enfríes.
- Hasta mañana Emilio - dijo antes de darle un tímido pico.
Y así se fué a dormir pensando en su rizado, pensando en su salvaje.
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