CAPÍTULO 46

1K 65 1
                                    

VICTORIA SMIRNOVA

Alexander cayó delante de mí cómo yo lo había hecho en su momento.

Mi mirada permanecía al frente, tal y como él lo había hecho hace semanas atrás, ignoré cuándo fue qué los policías lo sostuvieron en sus manos mientras lo sacaban de mi lado, por unos instantes giré mi cabeza hacía él logrando ver cómo sus orbes no abandonan el lugar donde me encontraba, pude percibir el odio qué sentía por mí en ese momento, lástima qué no me interesaba en lo más mínimo.

Por fuera podía odiarme todo lo qué quisiera pero sabía qué por dentro me amaba cómo nunca amó a nadie pero no iba a corresponderle aunque quisiera, el cual no era el caso.

En completo silencio me encamine hacía el auto donde mis colegas me esperaban igual de serios qué yo, sería una larga noche por el simple hecho de qué tenía la responsabilidad de dejar a Máximo en manos de Tairon mientras esperaba qué el día llegará así testificar contra el pobre soldadito qué tendría qué aguardar una sentencia medianamente dura.

Tahio nos dirigió de vuelta a la casa donde nos encontraríamos a mi padre con mi paga por cumplir el trabajo qué me había encomendando desde qué Luke fue a casa de los Thompson, a veces me cuestionaba si en verdad tendría qué tener algún sentimiento o pensamiento de culpa hacía la gran masacre qué le esperaba a mi hermano pero en cuestión de minutos volvían a mi las veces qué vi su odio hacía mí, cómo trato de traicionarme haciendo todo lo qué nuestro padre le decía, siempre quiso opacarme para tomar mi lugar simplemente porque a él no lo tomaba en serio.

Volví de la profundidad de mis pensamientos en el momento donde el auto se estacionó frente a lo qué parecía ser las rejas del portón qué habíamos atravesado hace unas horas atrás, podía sentir cómo mis acompañantes dirigían la mirada hacía mi tratando de ser discretos en sus cuestionamientos hacía mi persona pero los entendía, no cualquiera logra lo qué yo había conseguido solamente por una venganza qué no era mía, me importaba el trono en Francia pero no cómo cer todo lo qué he hecho a lo largo de los meses.

Pero en varias circunstancias tenemos qué hacer sacrificios para conseguir lo qué queremos aunque eso nos haga personas egoístas o sin escrúpulos cómo decían las personas normales, qué no sabían qué pasaba un poco más lejos de su mundo.

El conductor estacionó el auto a un lado de la casa mientras todos nos quedamos dentro del vehículo sin mencionar palabra alguna pero en ése silencio parecía qué nos entendíamos entre nosotros aunque pareciera descabellado, ellos habían pasado mierda por mierda sin siquiera mosquearse ahora por las atrocidades las cuales eran partícipes, no tenía las historias completas sobre cómo era vivir dentro de diferentes organizaciones donde era pelear o vivir, algunos sobrevaloran a las personas qué se vuelven fuertes en silencio sin que nadie sepa cómo fue qué esa coraza se formó a su alrededor, los cinco tenían su tormento pero no dejaban que nadie los viera débiles o siquiera un poco decaídos porque para ellos era una bandera verde para aquellos qué quisieran hacerle daño tuvieran la oportunidad de actuar.

Las seis personas qué habitamos ese auto teníamos las historias más retorcidas qué nos mató pero cómo no vieron sangre lo dejaron pasar, porque los demás se preocupan por alguien cuando este da las señales pero ¿Qué pasa con los qué se callan para guardar su dolor? Absolutamente nada.

Cómo era costumbre entre nosotros salimos a la par del vehículo mientras a la vez ellos se colocaban a mi lado formando una pequeña pared qué me daba la seguridad qué estarían ahí sin importar qué pasará de la puerta para dentro, porque sabían igual qué yo qué todo terminaría y alguien moriría en mis manos pero lo veían cómo un ritual de iniciación ya qué los cinco tendrían qué estar presentes.

El Adiós Dorado 1LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora