CAPÍTULO 24

1.5K 115 0
                                    

Una mujer desconocida tomaba el cuerpo de la reciente difunta al mismo tiempo que sacaba su ropa con la delicadeza que se necesita para esos casos cuando la persona sobre la camilla no se podía mover ni lo lograría a largo plazo.

Carmen analizaba la escena con las lágrimas saliendo a montones de sus ojos sin lograr parar ya que su corazón se partía por ver como esa niña de ojos azules que le ponía todo de cabeza en la oficina ahora mismo se encontraba tirada sobre una camilla sin vida y toda magullada por golpes que recibió cuando la llevaban a ese lugar donde se visitaba poco ya que nunca velaban a los muertos de las mafias pero Victoria era especial, ella era todo lo que Carmen tenía en su vida pero ahora sin su compañera no sabía a donde ir aunque ese sentimiento se evapora cuando su mente le jugaba la mejor mala pasada de todas.

La secretaria de los Smirnova siempre tuvo una rivalidad con la mujer que veía desde el cristal y con toda la familia en general, los odiaba desde la primera vez que asesinaron a sus parientes por deudas que eran imposibles de pagar pero no les importo, a ella la habían vendido para que sirviera a los más importantes en la mafia Francesa como parte de pago pero con el paso del tiempo su rencor hacía Tairon crecía en sobremanera y en este momento se sentía satisfecha en lograr que la mayor de ellos había abandonado el mundo para siempre pero con lo que no contaba era que la chica sobre esa camilla estaba viva.

Victoria estaba entumecida pero no daba señales de querer moverse y con el paso de los minutos rogaba que su treta siguiera siendo perfecta ya que si se llegaba a mover aunque sea por una milésima de segundo todo lo que planeo con Alexander se vendría abajo, tenía que esperar a que su cuerpo fuera desechado en esa pobre habitación ya que estaba segura que nadie vendría a buscarla que no sea Alex.

El policía se encontraba observándose en un espejo mientras a su vez una mujer le acomodaba la corbata con una mirada sugerente que no hizo mella en el búho que la ignoró cómo lo hacía con la mayoría de las personas del sexo femenino que no le interesaban, en su mente se paseaba las imágenes de todas las interaciones que había tenido con su enemiga que en este momento lo estaba esperando, ella confiaba en él y Alexander nunca le fallaría o eso creía él.

El menor de los Smirnova caminaba decidido hacía la habitación donde se encontraba su hermana, observaba como sus pasos hacían que las luces parpadeaban por la presión que lograba en el suelo, la pequeña casa carecía de lujos como la casa normal que tenía a su disposición pero no tenía ni la más mínima intención de hacer este lugar un nuevo espacio más digno para encerrar a sus muertos ya que estaba seguro no volvería a ver ese sitio ni en sus pesadillas, tenía la oportunidad de deshacerse de su hermana por una vez por todas y la aprovecharía para estar cien por ciento seguro de que había muerto.

Llegó a la puerta de la única habitación que había en esa casa pequeña que se encontraba medio lejos de la vivienda principal, analizó la escena que tenía enfrente que se trataba de su mujer colocando una servilleta de papel sobre los ojos aparentando llorar desconsolada, agarró por los hombros a la mujer que le doblaba la edad al momento que fingía abrazarla frente a la chica que vestía a su hermana con un vestido de pijama que le llegaba hasta las rodillas de color blanco sin ningún detalle exclusivo y tampoco era que le compraría un vestido de diamantes para una muerte que en ese instante le causaba felicidad.

Sin quitarle la mirada a la chica que vestía a su sangre se inclinó hacía la oreja de la mujer que no apartaba la mirada de la muerta para luego susurrarle con una sonrisa divertida.

-En unas horas coronan a Alexander y en ese momento lograremos manipularlo así nos llevará a los archivos de su padre- le aseguro como si estuviera seguro aunque carecía de dicha información pero no le diría la verdad a su chica.

La mujer simplemente asintió a sus palabras a la vez que se giraba sobre sus pies y abandonaba el lugar donde se encontraba, el olor al perfume asqueroso que le colocaron a Victoria hacía que las náuseas se hicieran presentes ocasionando que su plan de tener poder sobre los Smirnova se viniera abajo, la dama de más edad se encontraba embarazada de un hombre cuyo nombre no sabía pero estaba segura que Máximo caería en la trampa para hacerle creer que era suyo, los hombres eran idiotas cuando de hijos se trataba y el menor de los Smirnova siempre quiso tener sucesores.

Carmen sabía cómo jugar con Máximo aunque el menor de los Smirnova no era como la mujer pensaba, él tenía varios as bajo la manga y la muerte de alguien que amaba no implicaba que pensara en no asesinarla.

Como Carmen Máximo abandonó el lugar al momento que Victoria quedaba preparada para pudrirse dentro de esa casa cuando se quemara por completo en una horas, tenía que tener planes B por si las cosas no salían como lo esperaba aunque no quería pensar en las posibilidades de posible fracaso ante su pequeña obsesión para gobernar.

Caminó en silencio observando cómo por última vez las luces parpadeaban por sus pasos, siguió su camino hasta la puerta de salida al mismo tiempo que se volteaba hacía donde su hermana descansaba, observó como la mujer que la había vestido llevaba las pertenencias de la mayor de los Smirnova y pudo identificar el collar que Victoria usaba como si fuera un amuleto de buena suerte por lo que se negó rotundamente a dejar que se perdiera, volvió a entrar al momento que escuchaba el llamado de su amada que lo esperaba solo unos metros alejada de la entrada de la casita vieja pero Máximo la ignoró como hacía con las personas que no merecían su atención, aunque su mente combatiera con su corazón con la idea de no volver, de dejar atrás a su hermana pero su corazón se negaba porque aunque él mismo haya estado feliz por su muerte eso no se justificaba para dejar sus sentimientos atrás.

Cuando llegó al carro donde se encontraba la ropa sostuvo el cuarzo ahumado que tenía sobre los pantalones, lo observó con el ojo crítico con él que su hermana lo había observado y simplemente se lo guardó entre los bolsillos de su chaqueta, se volteó y se fue dejando atrás todo.

Salió con rapidez al mismo tiempo que veía como Carmen lo esperaba junto a la camioneta que los llevaría hacía la casa principal, subió sobre el vehículo al instante que la puerta del acompañante se abría en completo silencio, sin observar a su compañera al momento que encendía la camioneta con tranquilidad y se dirigía hacía su destino final este día.

Mientras conducía observó por el espejo retrovisor, aprecio la presencia de la casa en ruinas y simplemente le volvieron a la mente las veces que con su hermana habían pasado por ese lugar mientras corrían con velocidad haciendo sus rutinas de ejercicio, una lágrima silenciosa abandonó su ojo al mismo tiempo que apretaba el acelerador.

Esa fue la única vez que lloró por su hermana porque aunque quería pensar que había ganado, sabía que ella volvería por su cabeza y él no se negaría.

El Adiós Dorado 1LWhere stories live. Discover now