CAPÍTULO 41

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Los cinco hombres abandonaron la sala con un pensamiento diferente en cada una de sus mentes tan perturbadas con todo lo qué habían visto y tolerado en sus vidas ocasionando qué no lograran dejar pasar pequeños tic qué su nueva jefa tenía en su cuerpo pero nadie se atrevería a hablar sobre ello ya qué cuatro sabían que uno de ellos estaba al mando de la situación y por más qué la lengua les picara para hablar cómo hacían de costumbre se contuvieron hasta qué el único qué no había abierto la boca para nada por primera vez, habló.

-No tendrían que pensar en lo trastornada que está la jefa- comentó Luke con una sonrisa perfilada.

Ese hombre aún recordaba cuando su creador la dejó ver, era una chica hermosa pero en sus orbes azules estaba la misma entrada al infierno pero él quería ser el único qué la entendiera aunque no vivieran lo mismo, Luke podía llegar a saber con exactitud la cantidad de heridas que Victoria tenía en su exterior pero las internas, esas que nadie veía eran imposibles decir cuántas había.

-No me digan qué no tienen curiosidad con lo qué esconde detrás de esos ojos azules- comentó el moreno, el tipo que había hecho bien su papel de narrador de cuentos terroríficos.

Los cinco no habían parado la marcha hasta qué llegaron a la salida de esa gran casa qué a más de uno cautivo con sus adornos pero sabían qué dentro de esas paredes podían esconderse demonios qué nadie era capaz de controlar, aunque conociendo a su jefa podían cuestionarse si pensar igual.

Luke, Hugo, Curtis y Tahio consideraron que su compañero estaba realmente loco, no eran ilusos en la historia en Victoria Smirnova por lo qué él último tenía razón cuando le contestó a la vez qué golpeaba el hombro de su nuevo miembro de equipo.

-Nunca hay que indagar en cuestiones que no entiendes y qué en realidad no quieres hacerlo, Victoria Smirnova será un misterio que solo se descubre cuándo ella quiera y con la cantidad de heridas qué porta, no creo qué sea posible saber más de esa mujer- comentó caminando hacía el auto.

Los otros cuatros hombres lo acompañaron en silencio contemplando las palabras no pronunciadas de su compañero, todos sabían de sus más recientes acontecimientos en su vida pero sólo uno podía asegurar que ella lograría estar de pie aunque con eso tuviera qué renunciar a todo lo qué para ellos se considera humano.

Victoria no era un alma normal, era una guerrera que necesitaba encontrar su voz.

Subieron dentro del vehículo qué encendió apenas Tahio apretó el acelerador, el hombre asiatico que había entrado en la vida delictiva desde los 15 años cuando su padre murió por un ataque al corazón dejándolo en una elite qué lo terminó de crear dejándolo en un estándar inalcanzable en su país, por lo qué decidió abandonar corea sin más inconvenientes, consiguiendo un puesto bueno con la heredera más deseada en Francia.

Detrás del asiento del conductor se encontraba Curtis, un jovén qué cayó en las manos equivocadas cuándo su madre lo apostó en una jugada de poker a la edad de 13 años, su progenitora era adicta a las dopaminas por lo qué decidió vender su hijo a un comprador para qué le diera lo qué ella tanto quería, desde ahí lo moldearon según los regímenes en las mafias de Inglaterra, pero se canso de tener papeles pequeños en esa organización por lo qué se alegró al saber que su jefe y padre adoptivo había enviado su curriculum a Victoria Smirnova, en secreto la admiraba pero era a la única mujer que le tenía respecto.

Al lado del conductor se encontraba Hugo, el hombre de nacionalidad Rusia, sus comienzos en la mafia fue uno de los momentos menos doloroso que podrían contar sus compañeros, el mismo se había parado en la puerta donde sabía de sobra que trabajaban los mafiosos, él porque, nadie sabe y él nunca quiso contar su pasado cómo tampoco se le preguntó mucho sus intereses en formar parte, en ése momento ellos necesitaban una persona sin importar su edad y él necesitaba un escape.

El Adiós Dorado 1LWhere stories live. Discover now