Capítulo 56

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Había peso sobre su cadera. No era demasiado pero allí estaba, fijándola a la cama, fijándola a ese calor que se apoyaba en su espalda.

Abrió los ojos. No podía procesar la hora, y la claridad que se colaba por la ventana no ayudaba, entumecida por la lluvia que golpeaba calma el cristal.

Pestañeó. No era que la luz le molestara, no brillaba lo suficiente para ello. Era la pesadez de ese sueño escaso y de una noche que parecía no haber acabado, el reclamo que sus músculos cansados gritaban recordándoselo.

Sonrió.

La mano que posaba libre sobre la otra al lado de su rostro, fue en busca de los dedos que le rozaban el abdomen colgando desde esa cadera. Y le acarició recorriendo con las yemas la extensión de los dedos.

Seiyi tenía manos grandes y suaves. Calientes. Toda su piel era caliente.

Se movió torpemente para girar y quedar sobre sus espaldas, cuidando de aquella caricia que descansaba sobre su cuerpo. El rostro lo ladeó para verle.

Seiyi dormía de lado, tocándola con esa mano que ahora ella acariciaba. Sakura no entendía como siempre se las arreglaba para dormir cerca, siempre en contacto pero sin molestarla.

Sonrió arrugando la nariz. Se veía apuesto con esas facciones calmas. El cabello oscuro y pesado que le caía por sobre el cuello, contrastaban sobre su blanca piel, sobre los músculos cincelados, resaltando las facciones, la quijada.

"Te amo, ¿me escuchas?"

Él lo había dicho con palabras.

Y el corazón se le aceleraba al oírlo otra vez en sus pensamientos. Y la ansiedad le seguía después picándole en los labios, en las yemas, en la piel.

Así había sido durante toda la noche. Porque cuando el final les golpeó sobre aquel sillón, Seiyi no tardó en tomarla entre sus brazos para llevarla a la habitación que les habían asignado, y cerrar la puerta tras de sí asegurándose que nadie fuera a interrumpirlos.

Y se despojaron de las pocas prendas que quedaban sobre sus cuerpos para vestir solo la piel, y aquel calor que les exacerbaba los sentidos y que no hacían más que buscar al otro, a la unión con el otro.

Hubo sexo, tal vez algún que otro orgasmo. No eran importantes, nadie los esperaba. Sólo tocarse, sólo hundirse en la piel del otro con deleite, lentamente, acariciando lo que los dedos alcanzaban para contemplar el resto con sus brazos, con sus bocas.

Había algo nuevo para los dos en ese instante. La calma devoción, que los arrastraba a buscar el sentimiento, que sólo las miradas podían transmitir y devorar.

Fueron los besos los que les robaban los lamentos. El aire no faltaba, la pasión ahora era reemplazada por algo mejor, por algo más profundo que les abrazaba y les quitaba la noción del lugar, del tiempo, del mañana. Sólo ellos, sólo su piel, sus besos, aquella lágrima que Seiyi recogió con los labios al final.

¿Era real? ¿Era acaso aquello real?

La dicha le hinchaba dolorosamente el corazón. Nunca creyó que algo así estaba destinado para ella, porque se sentía tan profundo que hasta si podía considerarlo un simple sueño, porque cada vez que creyó sentirlo en el pasado, se le había negado después. Y ahora estaba allí, y era fuerte, más fuerte, más pleno, llenándole todo. Hasta de miedo.

Cerró los ojos cuando las lágrimas volvieron a nublarlos.

Hubo un recuerdo en ese instante, de una mañana meses atrás, de otra mirada que oscura y pesada se posaba en ella y esa sonrisa que le prometía no lastimarla. Y se sintió tan intenso como lo que ahora este nuevo hombre le hacía sentir, pero aquella vez no entendía que sucedía, porque no se ofrecieron definiciones ni esperanzas. Y se fue. No por su error. Se fue por él, por el destino, por... no lo sabía con precisión, sólo la punzante certeza de que no la querían allí era todo lo que quedaba de aquello. Ya su tiempo había pasado y no era momento de pensarlo.

La última lección de Sakura [+18] [Kakasaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora