Capítulo 4

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Salió de la residencia con una idea en mente, pero con la negativa del resto

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Salió de la residencia con una idea en mente, pero con la negativa del resto. Incluso podría escuchar a Erika diciéndole cuan idiota era por no hacer caso. Cada acto tenía una consecuencia. Quién si no él para saberlo. Se movió hasta el auto donde Ángel ya estaba esperándolo. Tenía esa habilidad, más que ser una sombra era ágil, demasiado para su gusto.

Le hizo una seña muy característica, de esas que dicen complicidad y muestran cuán cercanos podían ser.

—Sabes que no suelo meterme en tus asuntos, pero si en ellos estamos nosotros no puedo no decir nada —empezó Ángel.

Estaba de brazos cruzados con el cuerpo apoyado sobre la puerta principal del auto. Su mirada seria, el tono grave en su voz e incluso el ligero tic que solía tener al hablar mostraba lo nervioso y preocupado que estaba.

—No los involucraré. Será solo mi problema —contestó Diego.

Quiso zanjar la conversación con esa simple frase sin lograr nada.

—Sabes que no será así —respondió Ángel. Negaba con la cabeza—. lo hemos vivido ya, Dust. Mucho en realidad. ¿Qué podría traer una inhibidora al grupo más que problemas? Y lo siento, sí, inocencia me parece una muñeca super tierna, pero si nos va a poner en peligro, prefiero cortar cualquier tipo de vínculo con ella. Tu deberías hacer lo mismo. Al menos por el bien del resto.

—Porque estoy pensando en todos nosotros es porque lo hago, Lujuria —siseó la última palabra—. Si llega a suceder algo, yo y solo yo seré responsable.

Ángel no pudo hacer más que alejarse del auto con la sensación de que había perdido. En la mirada de Diego solo existía entereza. Sabía que sus palabras eran ciertas, pero también había escuchado las historias. Los inhibidores solo causan problemas.

Diego alzó la mirada al edificio en un acto reflejo y, sin ella buscarlo, encontró los ojos de Diego observándola. Un pequeño guiño la puso en apuros. Decidió meterse en el apartamento aunque el daño estaba hecho. Había actuado cuál espía al ver lo que ambos hacían. Por supuesto, desde su lugar poco podía escuchar.

Lily se movió hacia la puerta tras escuchar el ruido incesante en la cocina. Su madre terminaba de guardar cada objeto en su lugar. Su bolso estaba dispuesto en la mesa del comedor, lista para salir. Lily se quedó un rato sentada en el mesón de la cocina. Observaba cada movimiento de la mujer que le dio la vida. Era odiosa como solo ella, pero era su madre. No sabía en qué momento se había vuelto tan impertinente con su dieta, sus ejercicios, sus estudios. Tampoco quería averiguarlo.

—No debes estar en esa posición —reclamó ella al verla.

Lily estaba extrañada. Sus cejas se acercaron.

—No frunzas el ceño —lanzó de nuevo su madre.

Dio medio giro de forma tan grácil que la dejó sin aliento. Katherine Jimenez había danzado por el mundo como nunca lo haría ella.

DustDonde viven las historias. Descúbrelo ahora