Capítulo 25

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Los pasos armoniosos, enérgicos pero elegantes hacían que Evangeline observara a Liliana con otros ojos

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Los pasos armoniosos, enérgicos pero elegantes hacían que Evangeline observara a Liliana con otros ojos. Ahí, entre sus dedos delicados y su figura manejada por la música al punto en que el talento y la disciplina se unían, la mujer notó la fuerza que Lily parecía haber perdido.

Algo la había traído de vuelta.

La chica de diez años que bailaba como una profesional a tan corta edad volvía con una entereza que si no fuera porque Evangeline la conocía desde tanto tiempo la asustaría. Aquel desapego por la actividad que hacía desde pequeña se había esfumado en un abrir y cerrar de ojos. Aquella sin duda era el cisne que hubiera esperado en Patricia. Sin embargo, Liliana lo llevaba a otro nivel. Siempre había creído en la habilidad de la chica, en su fuerza y amor por el ballet, misma que se había perdido o quizás había dejado encajonado en algún recipiente del que no quería volver. Sí, Liliana tenía todo para ser una bailarina reconocida, pero no en aquel pedazo de tierra y estaba segura que Katherine tenía las formas de llevarla más allá si así lo deseaba.

Sobraba decir que sí lo deseaba.

—¿Puedo tomar un descanso? —preguntó Lily una vez que terminó la coreografía.

Evangeline se limitó a asentir. Pasó su mirada por el menudo cuerpo de Lily con la frialdad que podría mostrar única y exclusivamente dentro del salón.

—¿Estás comiendo bien? —inquirió la profesora.

Lily sonrió con sorna. Si no fuera porque sabía donde se encontraba pudiera decir que aquella frase salía de la boca de su madre. Aunque atestiguaba un deje de preocupación que bien jamás escucharía en Katherine Jiménez.

—Sí, lo suficiente —indicó.

—No quiero que enfermes, Liliana, mucho menos antes del día pautado. Solo por eso me preocupo. El día de hoy has hecho un trabajo excepcional. Espero ver esa misma fuerza el día de la presentación —musitó.

Lily no tenía palabras para la profesora, tampoco sabía como corresponder a ese halago minúsculo que había dejado caer como si se hubiera salido de su boca sin querer. Saboreó su labio inferior, al tiempo en que se aferraba a sus pies luego de sacar los zapatos.

—Gracias —alcanzó a decir justo antes de que Evangeline se perdiera detrás de la puerta.

—Puedes descansar por hoy —respondió en contra parte.

La chica suspiró profundo y, haciendo uso de toda su fuerza, caminó hasta los bastidores. El lugar yacía en silencio. Era normal puesto que las clases habían sido suspendida por la profesora para enfocarse solo a ella. Solo ese día. Lily creía que deseaba dejarla exhausta al punto en que no sintiera cada falange de los dedos de sus pies. A pesar de ese presentimiento, pudo salir airosa y por lo menos sus dedos no sufrieron tanto.

Tomó sus pertenencias luego de ducharse y alistarse para salir. Le extrañó no ver a Tomás ahí. Trataba de recordar su conversación anterior, creyó entender que iría por ella siempre que pudiera. Imaginó que aquel era de esos días en que no lo haría. Volvió la mirada a la calle en busca de un autobús que la llevara hasta la universidad. Le quedaban al menos dos horas para ingresar, pero no quería correr el riesgo de quedar fuera.

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