Capítulo 34

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Joshua tenía finos hilos de cabello entre sus dedos

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Joshua tenía finos hilos de cabello entre sus dedos. Se deleitaba viendo el rostro apacible de su pareja sobre su brazo derecho. Alguna vez se preguntó cómo es que aquella chica había decidido que él sería quién formara parte de sus días cuando todo en ella gritaba riqueza. Sin embargo no podía evitar sentirse afortunado de haber sido la elección aunque sea por un tiempo corto. Se sonrió de sus propios pensamientos. Si lo gritaba a viva voz la preocuparía más de lo que ya estaba y ella solo tenía una petición: ser ellos.

Él podía serlo. Podía volar o gritar; podía bajar el cielo o pintarlo ahí mismo si ella lo quería; podía hacer tantas cosas que se perdía en ello. Lo que no podía ni debía hacer era perderse en los pocos momentos que le quedaban. ¿Cuánto sería? ¿Cómo sería? ¿Se estarían adelantando? Quizás fuera como la frase positiva de Jenny y la verdad fuera otra. No moriría, por lo menos no hasta cumplir cien años. ¿Quién quiere cumplir cien años para convertirse en una uva pasa que se vuelve una molestia para su familia? Mejor setenta. Setenta es decente. A los setenta hiciste todo lo que debiste hacer entre tus veinte y cincuenta. A los sesenta terminaste de planificar lo que querías porque tienes tiempo hasta que llegan los ansiados setenta. Ese número resultaba perfecto para morir. Entonces, ¿por qué debía adelantarse si es que eso pasaría?

—¿Piensas? —escuchó decir en un susurro directo de los labios de Vanessa.

—Algo. —musitó.

—Te puedo escuchar —respondió ella aun con los ojos cerrados.

No vio la sonrisa en la boca de Joshua ni la forma en que sus ojos se desvivían porque tenía su rostro tan cerca.

—¿Sabes qué pienso? —preguntó en tono juguetón.

Vanessa echó la cabeza hacia atrás para observarlo. Con una media sonrisa que trataba de ocultar sus ojos se quedaban fijos en los de Joshua. Ella negó en repetidas ocasiones.

—En que hoy será un gran día —dijo con una sonrisa abierta.

Ella lo secundó. Se movió hacía él con todo el peso de su cuerpo para quedar sentada sobre su pelvis.

—¿Jugamos? —preguntó divertida.

La sonrisa en Joshua se elevó. Qué importaba lo que hubiera estado pensando cuando en ese momento tenía a La Turca junto a él.

 Qué importaba lo que hubiera estado pensando cuando en ese momento tenía a La Turca junto a él

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