Epílogo

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El aroma a galletas se filtraba por cada hueco de la casa

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El aroma a galletas se filtraba por cada hueco de la casa. Hacía mucho que Diego no sentía ese olor, pues no había nadie que se pusiera a hornear. Mucho menos que lo hiciera a tan altas horas de la mañana. El hombre se acercó a la cocina y tomó asiento en un taburete frente al mesón de granito negro. Vio a su abuela sacar bandejas y meter otras en el horno con la gracia de un ama de casa. Constanza miró a su nieto con una sonrisa afable. Colocó una taza de café frente a él y sirvió.

—Te has levantado temprano —dijo ella.

—Igual que tú has encendido ese horno —comentó él.

—Tu hermana extrañaba las galletas de la abuela, sabes que no puedo negarme a nada que ustedes me pidan —comentó suspicaz—, aunque depende de qué pidan.

—Claro —dijo él irónico.

—¿Vas a algún lado?

—Si. Comeré afuera, no te preocupes.

—Entiendo. Diego, hay algo que no he podido preguntar ¿Devolviste el libro?

Diego observó a su abuela y luego el café.

—Lo hice hace tiempo. Después del entierro.

—Bien hecho —Respondió con un evidente toque de prepotencia.

—Sabías que no serviría de nada.

—Te lo dije, yo también quise buscar las formas, pero es imposible. Sin embargo, esa chica, Liliana, hizo algo posible. Y es que, nuestros pactos se vieron rotos con la presencia de un ente que no formaba parte de nosotros, eso ha hecho que ahora podamos vivir sin necesidad de atraer a otros.

Diego la miró dubitativo.

—¿Han permitido que seamos menos de diez?

Constanza asintió.

—Bueno. Katherine Jiménez ha logrado algo sólido con sólo seis personas.

—Pero Erika y Esteban siguen castigados.

—No seas ridículo, Diego, eso es lo de menos —lanzó Constanza con un movimiento de manos que hacía de menos lo que Diego expresó—. Ahora ve, llegarás tarde a tu cita.

—¿Cómo sabes que iré a una cita? ¯preguntó él inquieto.

—Porque de no ser así no vería ese brillo en tus ojos.

Diego rezongó. Tomó sus pertenencias y se encaminó al local. No sabía si había algún tipo de brillo en su mirada pero sí sabía que se sentía nervioso. Que las manos le temblaban y la angustia le comía. De Lily no había recibido ningún tipo de mensaje. Se había desvanecido luego de irse, quizás no la reconocería o cómo él había hecho una vez pensaría que lo mejor era no seguir. Se imaginaba muchos escenarios y en todos ellos se respondía lo mismo. No importa lo que sucediera, estaría feliz por ella.

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