Capítulo 6

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El jueves sonaba lejos, pero en realidad ya estaba en puerta

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El jueves sonaba lejos, pero en realidad ya estaba en puerta.

Lily miró su reloj antes de que le pidiera a su cuerpo ponerse en marcha. Ese día solo tocaba ir a la academia, puesto que las clases habían sido suspendidas por segunda vez, ¿cuántas veces más lo harían? Empezaba a creer que sería una materia perdida. Suspiró hondo mentalizándose. Ya estaba lista para salir. Miró el reloj una vez más, apenas pasó un minuto desde la última vez.

«Jueves».

Nunca había sentido que las horas eran tan lentas. Ni con Tomás había tenido esa sensación de que el mundo iba demasiado lento para su gusto. Ese día se sentía así, como si el tiempo hubiera decidido qué grano debía valer más de lo que la gravedad le otorgaba.

Cuando escuchó el sonido de su teléfono supo que por fin Ana había llegado por ella. Se levantó de la cama, tomó su mochila y salió del apartamento con miras al auto azul de su amiga. Una vez dentro la saludo con un beso en la mejilla.

—¿Por qué tardaste tanto? —preguntó Lily.

—Maquillaje —respondió con tanta simpleza que no extrañó a su amiga.

—Ah. —gimoteó.

Lily se acomodó en el asiento del copiloto, suspiró hondo. Lo suficiente como para que Ana la escuchara. Seguía inmersa en ese deseo de que el jueves fuera ya. Apenas era martes por la mañana; la ansiedad se la comería un día de esos.

—¿Qué fue eso?

—¿Qué? —preguntó Lily.

—¡Eso! Ese suspiro, ¿qué pasó? ¿Has seguido hablando con Don Diego? —preguntó Ana con tono sensual.

—¡Ana! —exclamó Lily apenada—. Sí, he hablado con él. De hecho ayer nos vimos y el jueves tenemos una cita.

—¡Oh, por dios! Dos citas en una semana ¡Qué éxito! —lanzó eufórica.

—No son dos citas, solo hemos tenido una —dijo Lily

—No, querida. Son dos, no lo niegues. Ambas estamos muy grandecitas para saber que es así.

—Pero... solo fuimos a comer.

—En una cita tu puedes comer, ver una película o ya de plano coger. Lo que quieras, pero no dejará de ser lo que ambas sabemos —Se mofó.

Lily se hundió en el asiento. Sí, no lo había querido ver de esa forma, pero habían tenido una cita el día anterior. Una que se basó en tragar como si no existiera un mañana. La pena la embargó. Se dedicó a tragar cuál chancho en la jaula.

—¿Qué pasó? —preguntó Ana confundida.

—Solo comí —respondió en un susurro inentendible.

—¿Ah?

—¡Solo comí! —exclamó.

Lily se acomodó en el asiento del auto. Las mejillas empezaban a ponerse rojas.

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