La flaca mamarre

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Recostado de una pared en alguna esquina del barrio, Yeferson se encontraba con su chemise beige por fuera del pantalón Blue jean, tomando la última calada de su cigarrillo mientras a su lado, su amigo Brayan, le contaba cómo le iba con su nueva conquista.

—... Bueno mano, entonces la jeva se me puso plástica ayer porque supuestamente yo la había dejado en visto cuando la descarada esa tiene WhatsApp azul y yo de vaina sé cuando le llegan los mensajes.

—Así son, mi pana —Yeferson negó con la cabeza, aplastando la colilla de su Consul contra el pavimento y procediendo a prender otro—. ¿Y tú qué le dijiste?

—Discúlpame esa mami, al rato te desvisto —Brayan esbozó una sonrisa de triunfo.

—¿Y qué pasó después?

—Esta mañana me dijo que tenía casa sola, le caí y coroné —amplió la sonrisa, sacando un cigarro de la caja de su amigo.

—Verga, matón.

—¿Y tú qué lo qué? ¿No te has cuadrado a ninguna caraja de ese liceo nuevo?

—Soltero no tiene peo mano.

—Coño mi pana, no es por nada , pero somos convives de hace un coñazo de tiempo y no te he visto ni el primer vacile, tú cómo que eres pato.

Yeferson frunció el ceño, despegó la vista del horizonte que mostraba puras casas de ladrillos amontonadas y las escaleritas estrechas que conducían a las calles más angostas.

—¿Cuál coñazo de tiempo, Brayan? Si nos juntamos el sábado en una fiesta porque nos pasábamos la curda y ahora nos vemos en todos lados.

—Todavía no contradices mi suposición —dijo Brayan—. Sigo pensando que a lo mejor eres marico y que planificas estos encuentros casuales porque te gusto, entonces me invitas un cigarro y te mueres porque te pase el humo. A mí no me gustan los tipos y te estoy hablando es claro.

—Ah pues convive, marico eres tú que te creas esos cuentos con facilidad.

Brayan estuvo a punto de seguir echándole vaina, pero entonces el teléfono de Yeferson empezó a sonar dentro del bolsillo de su pantalón. Cuando lo sacó, colgó y lo guardó de nuevo.

—Qué ladilla, esa es la pure. Segurito la sapa de la profesora de Grupo Estable la llamó y le dijo que me jubilé otra vez.

Yeferson sacó otra vez el teléfono de mala gana cuando volvió a sonar una canción de Micro TDH desde su bolsillo. Esta vez sí contestó.

—¿Qué pasó, ma'?

Yeferson Jesús, ¿Dónde andas tú metido y por qué no atiendes ese teléfono?

El aludido alejó el teléfono de su oreja un momento y le susurró a su amigo «¿Pa' qué quiero novia si tengo una pure que jode más que el coño?»

—Estoy aquí en el barrio con Brayan, mamá.

¿Te volviste a jubilar carajito? —la señora Jhoana, sabiendo ya que la respuesta era afirmativa, fue al grano—. A Miguel David se le jodió el carro ahorita y tiene que ir a buscar a la hija al aeropuerto, el avión llega en menos de media hora, ¿Será que puedes pedir prestada una moto por ahí y la vas a buscar tú?

—¿A quién? ¿A la hija del marido tuyo? —Yeferson lucía confundido—. ¿Ella no está allá en España pues?

Coño vale Yeferson, cómo se ve que no me paras ni media bola cuando te hablo —le reprochó la mamá, a lo que él apretó los labios—. La semana pasada te dije que la tía de Miguel David se murió, ella era la que cuidaba a la carajita. Entonces con la herencia se pagó un pasaje de avión para acá y va a vivir con nosotros en el apartamento.

Bajo la misma arepaWhere stories live. Discover now