Qué se siente

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Yeferson pasó sus dedos por las comisuras de los labios de Débora para eliminar los restos de su labial corrido, ella hizo lo mismo con él y mutuamente se examinaron de arriba a abajo para verificar que ambos estuviesen como si nada pasó. Cuando se aseguraron de que no quedaban evidencias, salieron del baño e intentaron adaptarse rápidamente al volúmen alto de la electrónica.

Los dos llegaron a la mesa que ocupaban los amigos de Débora, fue Bárbara quien los recibió con una sonrisa.

—¿Qué jugáis? —inquirió la castaña al ver cartas esparcidas sobre la mesa.

—Kimi —contestó Natalia, repartiendo la baraja.

—La llevo —se animó Yeferson.

En otro momento se habría alejado por la presencia de Natalia y Gabriel juntos, pero esa noche había quedado relajado después de lo sucedido en aquel baño.

—¿De qué va? —quiso saber Débora minutos más tarde, cuando Natalia y Bárbara perdieron la partida y se pararon para ceder sus asientos a los hermanastros.

—Es fácil. Nada más tienes que recolectar el mismo número con las cuatro figuras; que si tres de copas, tres de oro, tres de espadas y tres de picas. Cuando las tengas reunidas, me haces una seña para yo cantar «kimi» y ganar el juego, y viceversa. ¿Captas?

La castaña quedó algo perpleja porque se lo habían explicado demasiado rápido y la música la tenía un poco aturdida, pero acabó por asentir.

Yeferson se mordió el labio inferior mirándola fijamente para indicar que esa sería su seña. Ella lo pilló.

Entonces empezaron a jugar contra Dubraska y Gabriel. Los primeros segundos Débora estaba pensativa, sin saber qué número escoger para reunir, pero al final le dió cinco patadas a Yeferson por debajo de la mesa, haciéndole saber que ese era el número que había escogido. Yeferson le regresó dos patadas.

—Basura —Gabriel echó las cartas a un lado cuando ya nadie agarraba y Natalia volvió a poner cuatro nuevas sobre la mesa.

—Corte —le dijo Dubraska a Débora, ella la miró con el ceño fruncido.

Dubri llevaba rato viendo a la castaña con una sonrisita medio jodedora, así que había empezado a sospechar. Lo que no sabía era que Débora estaba siendo mentalmente esclavizada por un intenso flashback sexual.

—Le tienes que mostrar dos cartas diferentes —le explicó Bárbara.

Débora hizo lo que le indicaron y el juego continuó. Estaba enredada, alternando la vista entre sus cartas, la mesa y la cara de Yeferson por si reunía un kimi, así que por un momento solo de dedicó a recolectar los cinco e ignorar todo lo demás.

—Corte —le cantó Dubraska a Yeferson. El moreno se levantó de un arrebato, mirando a su hermanastra como si la quisiera matar.

Bueno, así se veían casi todos los días.

—¿Qué...?

—¡Mamagüevaaaaa, te hice señas hasta con el culo! —exclamó arrecho, lanzando el dos de copas, dos de espadas, dos de oro y dos de picas sobre la mesa.

—Qué bolas —Gabriel se echó a reír y procedió a recoger las cartas para barajearlas.

Débora sólo formó una delgada línea con sus labios y aceptó una cerveza que le ofreció Natalia.

—Kimi es demasiado conflictivo —opinó Bárbara.

—Todos los juegos de cartas, en realidad —dijo Gabriel, repartiendo otra ronda.

—¿Entonces qué hacéis jugando cartas en una fiesta? —cuestionó Débora.

—Es que Natalia no quiso jugar «Yo nunca nunca» porque ella siempre siempre —explicó Gabriel—. Y también porque no nos queríamos rascar tan rápido, quiero guardar los pasos prohibidos para más tarde.

Bajo la misma arepaWhere stories live. Discover now