Sorpresas

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Yeferson se desplazaba por el pueblo en la moto prestada de su convive, con una carpeta bajo el brazo que contenía una decena de copias de un currículum que le ayudaron a hacer en un cyber. Últimamente había pensado mucho en el poco valor que le daba a su mamá, así que estaba buscando trabajo para comprarle con su primer sueldo un regalo de cumpleaños que mereciera como la reina que era.

Recibió respuesta en la tarde, la gerencia de un local de comida rápida se mostró interesado en su disponibilidad inmediata para ser mesero, pero cobraría su primer sueldo dentro de una semana, así que no le servía de mucho.

—Mi pana, yo sé que ahorita estás mamando y loco, pero, ¿Qué posibilidad hay de que me prestes un billete para el regalo de la pure y yo te lo pago la semana que viene hasta con intereses? —le preguntó Yeferson a Brayan mientras se bajaba de la mami—. Conseguí chamba, pero me van a pagar muy tarde y tengo que resolver algo hasta entonces.

—Yo te lo presto, mi pana —le aseguró Brayan, a pesar de que tenía el mundo patas arriba, no pensaba dejarlo morir—. Vamos pa' la casa y te los doy.

Dicho y hecho, ambos se llegaron en la moto, Brayan sacó una pequeña caleta que tenía debajo del colchón y se la entregó a Yeferson, quien se la escondió en el bolsillo del suéter.

~•~

El jueves por la tarde, Yeferson tocaba con insistencia la puerta del cuarto de Jhoana. Cuando su mamá salió con el cabello alborotado con pinzas y colitas, le preguntó:

—¿Qué pasó?

Yeferson se asomó al interior del cuarto para confirmar con sus propios ojos la presencia de Débora, estaba sentada en la cama con la plancha de cabello en una mano y un peine en la otra, así que el moreno tuvo que explicar entre susurros:

—Encontré trabajo hace dos días y le compré esto a la víbora para su cumpleaños —le entregó una caja mediana—. No sé cómo coño envolverlo, quiero que me ayudes con eso. ¿Puedes?

Jhoana no pudo ocultar la sonrisa que surcó sus labios.

—Hijo, esto está pesado —se sorprendió—. Te voy a ayudar, pero espero que a mí también me hayas comprado algo, coño e' tu pepa.

Estaba molesto con Débora desde la noche de la cena con la familia de su supuesto novio. A Yeferson le olía a qué todo era una farsa, pero no podía negar que lo jodía el hecho de que la fresita tomase la iniciativa de besar al Pánfilo, cuando a él incluso lo habían cacheteado. Ella también dió el primer paso aquella vez, pero las cosas no terminaron como se esperaban.

Yeferson se carcomía la cabeza de tanto pensar en lo mucho que disfrutaba de recopilar el recuerdo de aquel beso. A pesar de que ni muerto se atrevía a confesarlo en voz alta, comenzaba a aceptar que la sifrinita lo estaba volviendo loco, y no porque le desagradara precisamente. Antes la quería lejos, en otro planeta de ser posible, y ahora le sacaba la piedra no poder tenerla tan cerca como anhelaba.

—Sí, mamá. Tú siempre tan linda y considerada —contestó él con sarcasmo antes de besarme la mejilla y cruzarse de brazos—. Es una sorpresa, no te vayas a ir de sapa.

—Respeta, carajito —dejó la caja en el piso nada más para liberar sus manos un instante y meterle un lepe.

Riendo, Yeferson se encerró en su cuarto y se puso a contar la plata que le quedaba para salir a comprar el regalo de su mamá.

Era pésimo para los detalles materialistas. Aunque fuese un inexperto, sabía que no a todas las mujeres les gustaba lo mismo. Su mejor manera de mostrar afecto era metiéndose en la cocina e intentar hacer la comida más rica posible solo para ella, salir a caminar o escucharla hablar de sus cosas favoritas. Sin embargo, estaba completamente seguro de que, sin importar cuántos regalo recibiera la fresa en su cumpleaños, el suyo sería el mejor.

En el mercado, deambulaba por los pasillos con una cesta entre las manos, metiendo verduras al azar para prepararle como regalo a su madre una de sus comidas favoritas: paella. Aparte, también le había comprado un set de cadenas y pulseras de acero inoxidable que sabía perfectamente que le gustaría a Jhoana porque recordaba que ella siempre miraba la sección de prendas en los catálagos de Avon.

Se le veía muy entusiasmado con la idea de sorprender a su mamá por primera vez en la vida con un regalo que no saliera de su bolsillo. Y, sobre todo, estaba ansioso por ver la cara de estupefacción de la víbora cuando abriera el suyo.

Contaba las horas.

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¿Ustedes se ponen primero el zapato izquierdo o el derecho? xd

¿Qué piensan de Yeferson en este capítulo?

Por cierto, prepárense para llorar:)

Bajo la misma arepaWhere stories live. Discover now