Novios de mentis

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Habían progresado. No tanto, pero se notaba la diferencia.

Ahora Débora volvía a quedarse a esperar el desayuno, se integraba sin poner excusas cuando Jhoana hacía planes para ver películas en familia y le dirigía la palabra a Yeferson cuando era estrictamente necesario, al menos con monosílabos. Ninguno se atrevía a hablar sobre lo sucedido ese fin de semana en la playa, y tampoco esperaban a que el otro sacase el tema.

Una mañana cualquiera, Débora y sus amigas charlaban sobre temas triviales que se colaban en la plática, estaban sentadas en las mesas del fondo, riendo a carcajadas por las ocurrencias de Bárbara.

—A ustedes como que no las quieren en sus casas —comentó Christian mirando el reloj de su celular, ni siquiera eran las siete de la mañana.

Todas lo ignoraron, últimamente no lo integraban al grupo por ser un pesado y empeñarse en molestar a Débora solo porque sí.

Al rato llegó Gabriel con un semblante desdeñoso.

—Deb, ¿Podemos hablar un momento? —preguntó tras humedecer sus labios.

—Claro, tío. Ven —le hizo un ademán para que tomase membresía en el grupo, pero él negó al instante.

—A solas.

—Ah vaina pues, ¿Tan candela está el chisme que nos lo vas a negar a nosotras? —inquirió Bárbara, tomando del brazo a la castaña para que no se alejara—. Si lo va a saber Deb, que lo sepa en mundo.

—No vale, deja la ladilla. De verdad tengo que hablar con ella —al ver su expresión sería, Barbie supo que se trataba de algo importante, así que lo dejó pasar y se quedó hablando con Natalia.

Débora y Gabriel salieron del salón, no sin antes fijarse en que todavía faltaba para que sonara el timbre. Enrredaron sus dedos en la alambrada de la cancha vacía, mirando el piso desgastado con manchas de húmedas por la llovizna de la noche anterior.

—Lo que dicen todos es cierto —habló él al fin—. Nunca lo había confirmado porque incluso yo no estaba seguro, pero me di cuenta de que es verdad... —hizo una pausa—. Me gustan los chicos. Y las chicas, también. Creo que soy bisexual.

—¿Y qué hay de malo en eso? —ella puso una mano sobre su hombro para transmitirle apoyo y seguridad.

—Nada, en realidad. Me siento a gusto con mi orientación, pero mi papá...

—No lo sabe.

—Exacto —confirmó—. Y estoy casi seguro de que tampoco lo aceptaría.

Ambos mantuvieron un silencio incómodo, sin saber qué decir, pero al cabo de unos minutos Gabriel decidió proseguir.

—Siempre he tenido sobre mí la presión constante de ser perfecto por ser hijo único. Tengo uno de los mejores promedios y mi papá nunca es capaz de felicitarme, parece que solo se interesa en señalar si bajo el rendimiento en alguna materia o si no tuve la nota más alta de la clase en un exámen. Es muy molesto. Como todo padre, quiere ver de mí la excelencia, pero si no ve mis esfuerzos ni felicita mis logros, con él todos son exigencias y discusiones absurdas, dudo mucho que acepte mi bisexualidad.

—¿Quisieras que hable con él? No se me ocurre nada, pero algo bueno tendré para decirle cuando lo vea.

—No —Gabriel hizo un mohín—. De hecho, sí quiero que hagas algo por mí, pero es un favor más complejo que implica mucha colaboración y...

—¿Quieres que finja ser tu novia y que estamos perdidamente enamorados?

—No... —él dudó—. Bueno, sí. Me agarraste fuera de base, ¿Cómo lo sabes?

—He visto muchas películas de eso —rió—. Siempre terminan siendo un desastre, pero puedo hacerlo, al menos se qué no hacer gracias a mi experiencia cinéfila.

—No quisiera que te sientas obligada a...

Al ver que tenía intención de soltar un discurso sintiéndose culpable, Débora se puso de puntillas y le tapó la boca.

—Cariño, el amor es demasiado grande para estar encerrado tanto tiempo en un clóset. Eres un buen amigo, de las pocas personas que accedieron a ser amables conmigo sin condiciones aunque no sabían más que mi nombre. Te apoyaré, incluyo dejaré que me veas las tetas si es necesario para convencer a tu padre de tu heterosexualidad falsa.

—¿En serio? —él esbozó una sonrisa maliciosa—. No olvides que no soy completamente gay, puedo disfrutar de tu generosidad sin problemas.

Cuando estiró la mano para tocar uno de los pechos de Débora, ella retrocedió, divertida.

—No. Pero sí te ayudaré.

—Coño, ya me había ilusionado —se llevó una mano al pecho—. Eso no se hace, Deb.

—Como sea —ella se cruzó de brazos—. ¿Cómo lo descubriste?

—¿Qué cosa?

—Pues... Que eras mitad gay.

—Ah —puso una mueca—. Bueno, señorita sutil, en la Sexy Candy me volví mierda y me metí en un beso de tres, cuando terminó la fiesta un chamo nos besamos sin nadie más de por medio y desde entonces chateamos. Todavía no queremos darnos duro contra el muro, pero él está muy interesado, y yo también, el único inconveniente es el tema de mi papá. Ya sabes.

—Mhmm... —musitó ella.

—Ah, y otra cosa —rascó su nuca—. ¿Sería mucho pedir que finjas que nos gustamos también en el salón? Tampoco quiero que los muchachos lo sepan, se ponen demasiado ladillas con el chalequeo y... Algunos estúpidos tienen la masculinidad frágil y van a pensar que me gustan solo porque me atraen los hombres también, no quiero perder amistades por malos entendidos.

—No creo que sean tus amigos si vuestra amistad es capaz de perderse por bobadas como esas, pero okay. No tengo problema.

El timbre sonó y Débora extendió su mano para tomar la de su nuevo novio falso.

—Solo dime que no vamos a terminar enamorados como en las películas —dijo él.

—No te aseguro nada —contestó ella para molestarlo.

Con sus manos entrelazadas, fingieron su sonrisa más radiante y entraron al salón, sentándose lejos de su grupo de amigos para que empezaran a sospechar.


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¿Alguna vez han fingido ser novix de alguien para ayudarle? Pq yo sí jaksjjaja, pero al final nos descubrieron pq no podíamos disimular que éramos amigos nada más.

Me entró la curiosidad, ¿De qué parte de Venezuela me leen?

Si no, ¿De qué país?

Spoiler: se viene mucha tensión gg.

Bajo la misma arepaWhere stories live. Discover now