Fiesta balurda

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Eran las nueve de la mañana y Yeferson llegaba del trabajo. Al ver a Débora sirviéndose un vaso de agua en la encimera, le entregó una bolsa y le dijo:

—Escóndela, corre.

Ella lo miró como si le hubiese salido un tercer ojo.

—¿Qué es esto?

—Te traje pasticho de pollo y una lata de Pirulin, pero si mi mamá ve eso empieza a hablar paja. Guárdalo.

Débora abrió los ojos al límite cuando alguien tocó el timbre y Jhoana salió de su cuarto, la castaña escondió la bolsa detrás de su espalda y le pasó por un lado para ir a esconderla en su cuarto. Cuando regresó, Yeferson estaba de brazos cruzados, recostado de la encimera, y el muy abusador se había bebido su vaso de agua.

—¿Quién era, má? —le preguntó a Jhoana cuando cerró la puerta.

—Ah pues, sí eres chismoso.

—Le voy a decir a Miguel David que le andas abriendo la puerta a desconocidos y que andas con un misterio.

—Mtch —emitió su mamá—. Era la señora Yubiricandeleisy invitándome para su cumpleaños, es hoy en la noche.

—Si te ha invitado hoy mismo es porque no quiere que vayas —opinó Débora con un tono despectivo, su madrastra la miró mal.

—Te estás juntando mucho con Yeferson. Esa sutileza se pega.

—Perdón.

Jhoana desapareció por el pasillo y Yeferson estuvo a punto de hacer lo mismo para ir a descansar cuando Débora lo detuvo al agarrarlo por un brazo. Cuando él se giró con una ceja arqueada, ella se humedeció los labios inconscientemente y se aclaró la garganta. El suceso tan impetuoso e intenso de la noche anterior no le incomodaba en lo absoluto, pero aún así ella se sentía un poco extraña.

—Salgamos —le propuso con una timidez que detestó.

—Estoy cansado.

—Mhmm vale —no pudo evitar que su tono saliera desanimado.

Yeferson suspiró, su respuesta había sonado demasiado apática, no quería que fuera así. Pero es que de verdad tenía mucho sueño, todavía no se adaptaba al horario rotativo.

—¿A dónde vamos?

Débora alzó los hombros con más ánimo y con una sonrisa le contestó:

—Es una sorpresa.

Dicho esto, agarró las llaves del auto de su padre sin preocuparse en pedirlo prestado y ambos salieron.

~•~

—¿Una tienda de tatuajes? —Yeferson arrugó las cejas al ver la fachada del local con estilo gótico, de ladrillos negros y oscuros pendones publicitarios en la entrada.

—Y perforaciones —añadió Deb, jalándolo por un brazo—. Venga, vamos.

—Hola, bienvenidos, ¿Qué desean? —los recibió un tipo con barba creciente y el tatuaje de una catrina en el cuello, vestía completamente de blanco en contraste con la temática del local.

—Me gustaría saber los precios de las perforaciones —contestó Deb—. Por favor.

El hombre les entregó un par de carpetas plásticas con los diversos preciosa impresos junto a imágenes de las múltiples perforaciones que realizaban.

—Tenemos promociones para parejas, dos piercings por un precio de regalo —les hizo saber el chico.

—No somos nov... —intentó decir Débora, pero su hermanastro la interrumpió.

Bajo la misma arepaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora