Extra navideño

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—Nojoda, que se mame un webo el diablo, viva mi tocayo Yisucrist.

—¡Joder, Yeferson! —Débora le dió un manotazo en el hombro mientras él y su hija se carcajeaban. Ella aún estaba muy pequeña para entender aquellas palabras y lo que significaba pronunciarlas saliendo de la iglesia, pero le causó gracia ver cómo una señora se espantó y persignó al oírlas.

—Ah pues, ¿Por qué te escandalizas? Se supone que me estoy yendo por el bando correcto —el moreno chasqueó la lengua y le acarició la espalda mientras salían de la misa navideña de la ciudad.

—Ese sacerdote se veía como lindo con esa sotana —comentó Jhoana cuando los alcanzó.

—A que estaba majo —secundó Deb—. Tía, que hasta me provocó ir a recibir la ostia sin haber comulgado en la vida.

Ambas se echaron a reír.

—Sí eres descarada, Covadonga. Me metes un coñazo por mandar a mamar webo al diablo y tú te andabas buseando al sacerdote con mi pure.

—Lo siento, son las hormonas del embarazo —se llevó las manos a su tripa hinchada y le besó el antebrazo.

—Jhoana no está embarazada, y mirad que ella fue menos discreta —dijo Miguel David, agarrando en brazos a su nieta.

—No sé de qué hablas —Jhoana fingió demencia.

—Mejor que no —Miguel David suspiró—. Tenías la vista fija en las venas de sus brazos mientras sostenía el misal, pecadora.

—Sí, y Débora también —agregó Yeferson.

—Me mola su tatuaje, nada más —la aludida se alzó de hombros.

—Hija, él no tenía ningún tatuaje.

—¿Y cómo sabes tú? —inquirió Jhoana—. También te le quedaste mirando, aaaaah.

—Aaaah —Yeferson se unió al coro para chalequearlo.

Débora fingió rascar su nariz para ocultar la sonrisa de burla al oír a su padre resongando que el tipo no tenía ningún tatuaje y dejando muy claro su preferencia de género.

~•~

Yeferson permanecía desenvolviendo su sexta hallaca de la noche cuando Débora se sentó a su lado en la mesa para acompañarlo con un vaso de jugo de arándanos.

—¿Ya se durmió la niña? —preguntó él, sacando una aceituna del interior de la hallaca.

—Sí, y sigo sin comprender por qué le echas aceitunas a eso si al final terminas sacándolas.

—Es que masticarla sabe como a culo sudado, pero le da sazón al guiso si la juntas con los aliños.

—No entiendo.

—No, ¿Qué vas a estar entendiendo? Si todavía echas el agua primero que la harina.

Débora exhaló a profundidad por las malas respuestas que daba su marido todo el tiempo, pero que eran naturales de él, como venganza de todas las que ella le dirigió de adolescentes. La castaña se apoyó del respaldo de la silla que él utilizaba para levantarse y fue a abrir cuando escuchó que alguien aporreaba la puerta.

—Ya casi es medianoche, ¿Quién podrá ser?

—¡Es el niño Jesús! —exclamó Yeferson con una emoción infantil que a Débora se le antojó tierna.

—Bueeeenaaaaas —canturreó Jhoana cuando su yerna e hijastra abrió la puerta.

—Eran buenas —respondió Yeferson, echándole mano a una séptima hallaca sin haberse acabaron la sexta.

Bajo la misma arepaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora