Una indirecta despedida

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Yeferson empezó a trabajar en el local de comida, el único empleo donde aceptaron a un chamo sin bachillerato culminado ni experiencia laboral. Él quería ser gerente administrativo en Empresas Polar, pero mientras tanto tendría que conformarse.

Los horarios rotativos lo ayudaban a despejar la mente un poco, le tocaba a veces desde las siete de la mañana hasta las tres de la tarde, o de las seis de la tarde hasta las diez de la mañana. El insomnio por los desvelos lo cargaba medio agüevoniado, pero aprendía rápido, no tenía quejas de los clientes ni de sus compañeros y le pagaban bien.

Lo mejor del caso era que tenía a su mamá contenta, aportando ingresos a la casa y ayudando a Miguel David pagando servicios como el condominio y el Netflix.

Pero en sus tiempos de descanso, en lugar de dormir, se quedaba pensativo mirando el techo. Pensaba en terminar los estudios para hacer sentir orgullosa a Jhoana, no tenía pensado entrar a la universidad todavía, pero al menos quería culminar el liceo, ya le faltaba poco. Pensaba en la sifrinita esa, en lo mucho que necesitaba dormir con ella otra vez, en cuánto quería hacerla feliz y que de una vez por todas dejaran de ser hermanastros que se odian y oficializar la atracción recíproca que se tenían. También se acordaba de Brayan, cada vez que se subía en la mami para ir al trabajo o hacerle un mandado a Jhoana, cada vez que prendía un cigarro, cada vez que hacía muchas cosas que lo relacionaban.

Yeferson se encontraba sentado en la azotea del edificio, mirando en la lejanía la casita de bloques donde vivía su convive. Le dejó caer un chorro de ron al suelo y luego se empinó la botella mientras pensaba en la señora Azucena, en sus sonrisas cuando él la visitaba, en las sabrosas arepas con aguacate que le hacía a veces.

Había pasado una semana desde el velorio de su hermanazo, desde esa noche no la había visto, no se atrevía a perturbar su duelo. Varias veces tuvo la intención de visitarla, pero desistió de la idea, no quería abrumarla con más lágrimas.

Mirando a los carajitos caminando para allá y para acá con uniforme de colegio, prendió un cigarro, lo apoyó contra la botella de ron Cinco estrellas y vió cómo se consumía mientras él se fumaba otro.

—Tenías razón, no era el último cigarro —masculló, dejando huir una calada de su boca.

Decidido, escondió la botella entre unos bloques y bajó al estacionamiento. Nadie subía nunca a la azotea, podía decirse que era su zona de confort, pero era mejor prevenir que lamentar.

Decidió subir caminando para no gastar gasolina innecesariamente. Al llegar y quedar frente a la casita, se percató de que todas las luces del interior estaban apagadas, la puerta del patio estaba cerrada y la ventana que antes se podía abrir con un truquito, ahora estaba inaccesible.

Al darle una vuelta, se dió cuenta de que a un lado de la puerta de la entrada, había una caja. Sin darle vueltas al asunto, la abrió y sacó una gorra desteñida, unos papeles que se veían viejos por algunas arrugas y un tono amarillento, una caja de cigarros y una carta.

Yeferson desdobló la hoja tamaño oficio con los dedos temblorosos y relamió sus labios mientras leía la caligrafía impecable que iba dedicada a él.

"Yeferson.

Mi Brayan siempre fue un chamo muy selectivo con las personas, es por eso que desde que te trajo a la casa una vez para conocerme, supe que te consideraba especial para su vida.
Han pasado varios días y no has venido a visitarme, tampoco espero que lo hagas, imagino que quieres respetar mi luto y con distancia brindarme tus condolencias, pero si estás leyendo esto es porque decidiste regresar.

Lastimosamente, el tiempo no respeta el luto de nadie, sigue corriendo aunque tengas el corazón roto, sin importar que tu mundo se esté cayendo a pedazos.
No tuve tiempo de saberlo, pero presumo que la última voluntad de mi muchacho era sacarme del barrio, lo intentó y no pudo, ahora es mi turno cumplirle ese sueño. Por el momento, estaré en Mariche, en casa de mi hermana morocha, luego encontraré la manera de irme a otro país. Cuando se metieron a la casa, yo estaba en el baño, tapándome la boca con ambas manos para no delatar mi posición mientras asesinaban a mi hijo en la sala, solo por eso me dejaron con vida esos malditos, porque no sabían que yo estaba en la casa.

Me pusieron la sala y los cuartos patas arriba en busca del dinero, pero tampoco lo encontraron, solo consiguieron llevarse su droga mugrienta. La plata la tengo yo. En parte, es dinero sucio, pero no puedo dejar de pensar que a mi hijo le costó la vida reunirlo, así que lo guardaré para cumplir su sueño, terminaré de ahorrar lo que falta para comprarme una casita lejos de aquí, me tomará unos meses, pero lo haré.

Ayer me enteré de que Natalia estaba embarazada y perdió al bebé. No dejo de pensar en la posibilidad de que quizás pude ser abuela, o tal vez no, pero la pobre muchacha está devastada. La vi de lejitos, su semblante es maquiavélico y sé que con la mirada quiso pedirme disculpas aunque no fue capaz de acercarse, y yo la perdono. Sé que tú querías mucho a Brayan y que probablemente la odies en este momento, solo espero que tú también puedas perdonar la algún día, porque a pesar de todo sé que esa muchacha sí llegó a sentir cariño por mi hijo, pero la avaricia la llevó a tomar malas decisiones. Sé que se arrepiente.

Te he extrañado estos días, Yefe. Me han hecho falta tus comentarios burlistas sobre la cabeza rapada de Brayan, las quejas de tu hermanastra y el hacerte las arepitas con aguacate que tanto te gustan. No seas orgulloso y termina de enamorarla a tu manera, yo sé que también le gustas.

Mi hijo te dejó las llaves de la moto, pero siempre fue un poquito despistado y olvidó regalártela legalmente, así que te dejo los papeles. También te dejo su gorra viejita favorita y la última cajita de cigarros que me quedaba en la bodega. Otra vez, se me acabaron los Cónsul, ojalá te gusten Belmont.

Gracias por no dejar solo a mi hijo en una circunstancia tan arriesgada, y por sacarme una sonrisa a mí también cuando supiste que las cosas se estaban poniendo feas. Eres un buen chamo, la vida está en deuda contigo. Espero de todo corazón que sanes el dolor de esta pérdida que nos destruyó a ambos, yo lo intentaré poquito a poquito.
Mereces cosas tan buenas como los momentos que nos hiciste pasar a mi bebé y a mí.

No te dejaré números telefónicos ni una dirección exacta por motivos de seguridad, ya que no sé si por mala casualidad alguien consiga esta caja antes que tú. Y también porque quiero que superes esta etapa, fue un placer conocerte, pero no sé si en un futuro quiera verte sabiendo lo especial que fuiste para mi hijo. Ojalá me entiendas, tal vez esté siendo egoísta, espero que puedas perdonarme.

Gracias por tanto, Yefe. Estas cositas y estas palabras te las dejo con mucho cariño. Adiós"





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Prometo que estas son las últimas lágrimas de dolor que les sacará esta historia.

Estoy muy agradecida de que se hayan quedado aunque las risas fueron pausadas. Los aprecio como no tienen idea.

Tenía un nudo en la garganta mientras escribía las palabras de la señora Azucena, deseo que la tranquilidad y el éxito la acompañen a donde quiera que vaya.

Necesito preguntarles si son TeamAzucena o TeamJhoana porque esa duda la tengo desde hace un buen rato jaksjsjja, yo soy TeamJhoana porque ella se parece a la mamá de una amiga mía, a esa señora la quiero muchísimo.

Elizabeth<3

Digan, ¿Cuál es su novela venezolana favorita? Me da curiosidad, las mías son "Para verte mejor" y "Válgame Dios"

Bajo la misma arepaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora