Capitulo 22

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Jai.

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Klaus

Sé que estoy actuando como un maldito idiota pero me da igual en estos momentos. Todo estaba bien con ella hasta que el mensajito de su novio me recordó toda la mierda que me hizo.

Cómo me engañó y me dejó el mismo día.

En parte es mi culpa por idiotizarme con ella de nuevo, por quererla de regreso, por desearla cómo la deseo.

Tengo estupidez mental... Diagnósticada.

—Hola amor —Gwen deja un beso en mi mejilla.

—Hola —saludo algo incómodo por su afecto.

—Preparé pancakes y dejé un tazón con fruta pero veo que ya te lo comiste —sonrie viendo el plato vacio— ¿Quieres un café?.

No sé que carajos hace en mi departamento a las nueve de la mañana.

Desperté y ya estaba instalada en mi cocina.

Estoy lo suficientemente agotado como para volver a insistirle en qué no somos nada, solo para revistas.

—Hoy tenemos una junta importante en la empresa... —comienza mirándome de reojo lavando los platos sucios— Sería bueno que llegáramos juntos.

No respondo.

—La fiesta de la junta ya se aproxima y sería bueno que hiciéramos oficial el matrimonio allí y...

Me levanto.

—Gwen ¿Si recuerdas que esto no es real cierto? —pregunto frunciendo el ceño.

Cierra el grifo y se voltea mirándome nerviosa.

—Claro... Pero podría serlo Klaus, podríamos estar juntos, casarnos, tener hijos... —dice todo muy rápido y me cuesta procesarlo.

—Sabes que no estoy en esa etapa de mi vida aún. Lo lamento pero no.

Mi teléfono suena y lo tomo del mesón viendo el mensaje de John.

John: ¡Hola Klaus! ¿Podrías pasarte por la oficina hoy? Es importante.

Le contesto afirmativamente y vuelvo a fijarme en Gwen cuando oigo que habla.

—¿Te has visto con alguien? —traga grueso— es eso.

La miro confundido.

—Lo que hago con mi vida no es de tu incumbencia Gwen, siempre he sido claro contigo —respiro hondo tomando mis pertenencias y las llaves del auto— Deja la llave sobre la mesa cuando te vayas.

Alcanzo a ver cómo sus ojos se cristalizan pero ya no hallo la manera de decirle que no quiero nada con ella, no con nadie.

En treinta minutos llego a la oficina y cruzo la puerta sentandome despreocupado.

John me mira suplicante y yo enarco una ceja.

—¿Tu conoces a la señorita Van-Lobreck cierto? —me pregunta y me enderezo.

—Algo —digo desviando la mirada.

La conozco completa, probablemente mejor que cualquiera.

O eso creía.

—Necesito que vayas a dejarle está carpeta con urgencia. —Habla rápido— Iría yo, pero tengo una junta importantísima con el dueño de la federación y está peligrando mi puesto de trabajo —se señala a si mismo— ¡Yo lo sé!.

El juego del destino #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora