Capitulo 18: Confesiones inesperadas (2º parte)

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Quino respiro hondo. En sus ojos se podía ver la tristeza y el dolor. Nunca se había sincerado con nadie al 100%, el único que sabía la verdad era Galván. Todo lo que le ocurrió le sirvió para ser como era, y por más que luchara por contenerse con ciertas cosas no iba a cambiar. Su hermano nunca le había querido y lo peor que el siempre le ayudo…mientras que su padre…le culpaba una y otra vez por su muerte, por los actos cuando él no tenía la culpa de nada, solo quería ayudarle pero…estaba ciego y solo veía el favoritismo de su hijo mayor. La chica le miraba con tristeza, y sin querer en algún punto de su historia le había cogido la mano y todavía la mantenía.

-No me mires así Helena. Me…me pones más triste. –le dijo acariciándole la mejilla.

-Lo siento. Es que…no me esperaba lo que me has contado. No creía que te habían tratado tan mal –Trago saliva –Nadie se merece algo así ni siquiera tu, que te crees el peor del mundo pero no es justo que te hayan dado tantos palos cuando hay otras personas que se lo merecen más. Ahora entiendo mejor algunas cosas… pero aun así me cuesta. Sé que eres muy cerrado, cabezota, posesivo –esto hizo que sonrieran, pero era una sonrisa triste en ambos –algo loco, y aunque siempre estamos como el perro y el gato y a veces me des miedo…sé que debajo de esa coraza de chico malote, duro, fiel a su jefe, y algo caprichoso…hay algo más. Porque si no lo hubiera no te habrías abierto a mí y no me hubieras contado tu historia. No lo has hecho porque me lo debieras sino porque querías que entendiera mejor tu comportamiento y te lo agradezco. Si te das cuenta nos parecemos bastante…cada uno tiene lo suyo pero la vida no nos ha favorecido en nada, hemos sufrido por personas que hemos perdido y al final solo quedamos nosotros…tocados, heridos por dentro con cicatrices abiertas.

-A veces me da tanto miedo decirte estas cosas porque…eres tan sincera que me duele. Pero llevas mucha razón, mi alma sigue sangrando como puñales que se me clavan, desde muy joven nunca me he merecido el trato de mi padre pero…supongo que para él no soy nada. También por eso me refugie en las bandas no solo para ganarme unas pelas sino porque no me gustaba discutir constantemente con él además mi madre sufría.

-Lo sé. Mis padres en ese aspecto no han sido tan duros pero aun así cuando me intente suicidar…fui testigo de muchas peleas y solo quería desaparecer pero sabía que si lo volvía a intentar no saldría viva y ya era bastante para mi madre, solo me contuve por ellos…porque les quiero y nunca me han dado la espalda, me han inculcado valores de los que estoy muy orgullosa pero también cometieron muchos errores. A veces me gustaría decirles tantas cosas, abrirme a ellos pero no puedo porque no lo entenderían, me sobreprotegen demasiado y me enfado, les grito e intento hacerme la dura hasta que rompen mi barrera, la traspasan y es ahí cuando me doy cuenta de que les importo y que aunque pasen cien años no van a cambiar porque prefieren eso a que desaparezca de sus vidas. Me quieren y yo les quiero. No puedo negarme a nada.

El chico admiraba la forma que tenia de hablar de su familia ojala él pudiera decir lo mismo de ellos…por lo menos le quedaban su madre y su hermana ellas eran eje de su despreciable vida. Se dio cuenta que las manos las tenían cogidas y que estaban mucho más cerca tanto que podía oler el perfume de Lacoste de la chica, se lo había comprado porque cuando la habían raptado esa era la colonia que llevaba…durante días no pudo quitarse ese olor pegajoso hasta que dio con el nombre.

-Helena, he hablado con Galván me ha dicho que tenemos que ir al banco…ya sabes que no fuimos por –Cogió aire –Nuestra discusión y posterior muerte de mi hermano. Además tu jefe ha ingresado más dinero y hay que cogerlo. –La chica asintió.

-¿Puedo hacerte una pregunta?

-Sí. Claro. Dime que es lo que te ronda por tu cabecita –le dijo riendo.

Un disparo a mi corazón. EDITANDOWhere stories live. Discover now