12

38.8K 4.3K 2.6K
                                    

Antes de leer, hagan sus apuestas. ¿Alexis dice que sí o que no?

Bruno

Se siente como una eternidad antes de que Alexis murmure una respuesta y confieso que, por un minuto, creo que no me la dará.

—Está bien —dice por lo bajo, cuando pasaron tres minutos de la medianoche —. Podemos... intentarlo.

No sonrío. Reprimo el gesto. Sé que parecería el gato de Alicia en el País de las Maravillas si lo hiciera y no quiero asustarla.

—Genial —respondo.

Asiente.

—Es solo que... —se calla. Aprieta los labios y me observa, antes de negar —. Olvídalo.

—Dime —no quiero, pero el tono autoritario se filtra en mi voz.

Sigue teniendo la expresión dubitativa y comienza a jugar con una servilleta.

—No sé cuáles son mis límites —admite en un tono de voz muy bajo —. Así que... supongo que no te mentí hace dos años, en realidad —levanta los ojos levemente y dice —: No tengo límites porque no los conozco.

Trago saliva, observandola.

—De acuerdo —por algunos segundos, me quedo callado, pensando en cómo guiar la conversación —. A mí me gusta ver los límites como un semáforo —digo —. Rojo: lo prohibido, amarillo: lo que crees que podría gustarte y quieres probar y verde: lo que está permitido —le explico —. ¿Cómo suena eso?

—Bien —la visible tensión en sus hombros se afloja y mueve sus dedos por el mantel, trazando el diseño, antes de añadir —: Supongo que puedo pensarlo —murmura —. Te lo diré... ¿el lunes?

Contengo una sonrisa.

Inocente contadora.

—Creo que podríamos comenzar a pensarlos ahora —digo en voz suave.

—¿Ahora?

—Sí, ahora — digo —. Tengo una hoja con prácticas en el coche —añado —. Puedo buscarla y podemos comenzar.

—¿Ahora? —repite, todavía luciendo consternada —. Es que yo...

—¿Tú...? —la animo a seguir.

—No sé si estoy mentalmente preparada para esto.

—¿Para qué no estás preparada, exactamente? —pregunto —. Sólo será una charla.

—¿Sólo eso? —me observa —. Creí que... que harías algo.

—No tenemos que hacer nada hoy —le prometo y lo digo en serio —. Solo charlar, conocernos un poco —señalo —, quiero saber cuáles crees que son tus límites.

—¿Y vas a respetarlos? —murmura —. Estoy bastante segura de cuáles son —dice.

—Eso me parece genial y sí, voy a respetarlos —le hablo, sin dejar de mirarla —. Dije que crees que son tus límites, porque estos también se construyen y destruyen con el tiempo —señalo —, no porque vaya a fingir que no los tienes.

Aprieta sus labios y asiente.

—De acuerdo.

—Entonces, voy a buscar la lista en mi coche, vamos a sentarnos en el sofá y hablar. Una charla, cielo, nada más —determino cada paso y eso parece relajarla —, no te pediré nada más por hoy.

—Solo una charla.

Le sonrío con algo de descaro.

—Tal vez te bese —le digo en tono bajo —. Retira eso, definitivamente voy a besarte —me sonríe de forma tímida y yo me pongo de pie, señalando el sofá —. Te quiero allí para cuando regrese —le pido, antes de salir de su casa, caminar a mi coche y abrir el baúl, donde está mi bolso. Allí, tengo una copia del listado de prácticas que Demian permite en Seks y es lo que suelo tener a mano cuando hago alguna escena, para consensuar las prácticas con cualquier sumisa. Con Alexis es diferente, porque pretendo ir más allá de una sesión en Seks y ahí los límites cobran otra dimensión, aunque en ambos casos merecen el mismo respeto.

Fuego | SEKS #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora