23

41.8K 3.7K 1.6K
                                    

Alexis

Entro al club, todavía sin comprender que he llegado al martes sin problemas. El domingo y el lunes fueron bastante tranquilos y salí de la nebulosa de Bruno para regresar a la realidad. También hablé con Zaira, mucho. Fui sincera sobre los ataques de pánico que tuve, pero todavía no pude contarle sobre el monstruo.

Esperaba un poco de enfado por su parte, teniendo en cuenta de que siempre le conté todo, pero me dijo que de seguro estaré mejor, que le cuente las cosas cuando yo crea conveniente y que ella no iba a juzgarme.

Me largue a llorar, lo admito. No fue por terror, sino por alivio y, aunque no estoy libre de nada, me siento más liviana, como si cada charla con ella y Bruno me empujara un poco más hacia delante.

Entro al club y saludo a Owen, que está hablando con Marcus de forma animada. También veo a Demian y le sonrío desde lejos, sin ánimos de acercarme. Veo a Hemma hablando con sus dos amos y parece estar planeando alguna travesura, porque conozco perfectamente esa expresión.

Noto a Vania y Marianne en un sofá y me acerco a ellas.

—Hola —les sonrío.

—Hola, Ale —me saluda Vania, antes de que Marianne ponga su teléfono frente a mí, sonriendo.

—Mira, mira mira, ¿no es precioso?

En la pantalla hay un perro pitbull, que parece tener algunos años. El pelaje es de un gris abarrotado y lo tiene corto.

—Es muy bonito —le digo, sonriendo.

—Se llama Kiwi —me dice —, es mío hace una semana.

—¿Quién diría que la sádica Marianne estaría así por un perrito? —bromea Vania.

—Es precioso —insisto —. Kaile lleva el mismo tiempo en casa.

—¿También quiere jugar todo el tiempo? Este chico no se queda quieto.

Me río.

—Si, pero... Katia tampoco se queda muy quieta que digamos, así que se cansan mutuamente.

Ambas sonríen.

—Yo tengo un caniche y no hace nada. Lo confundes fácilmente con los almohadones del sofá—murmura Vania, segundos antes de que algunas otras mujeres lleguen. Gemma y Lianna están acomodando unas sillas y me acerco a ayudar a la psicóloga, porque me parece una tontería que se esfuerce habiendo más personas para hacer las cosas. Está embarazada y debería estar tranquila.

—Ya se te nota —le sonrío.

—Explotó de un día para el otro —asegura, riendo —. Me desperté y de golpe tenía una enorme panza.

—Lo entiendo, me pasó igual — le digo.

Lianna me agrada. No solo por la calma que siempre tiene sino por cómo logró sacarme de un ataque de pánico hace dos años.

—Pateó hace unos días —me cuenta, mientras acomodo las sillas —, y me siento muy tonta por querer que lo haga todo el tiempo.

—A mi también me entusiasmaba mucho —confieso —. Creo que es algo que nos pasa a todas —la observo —. Luces bien, estás como... como una de esos focos de luces neón.

—Por la forma diría que me parezco más a una bombilla —se ríe.

Terminamos de acomodar todo y nos sentamos en círculo. Hoy no están todas, pero somos varias y admito que me sorprende cuando veo a Zai. No me dijo que vendría y saluda rápidamente con todas, antes de acercarse.

—Logré que me cubrieran algunas horas y me iré derechito al hospital cuando salga de aquí —murmura, antes de sentarse a mi lado —. ¿Dónde está el renacuajo?

Fuego | SEKS #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora