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Los próximos días, intento que la paranoia no me gane. Aunque cuesta, estoy mejor. Por las noche logro dormir por el agotamiento mental que tengo y trato que esta rutina desajustada no me estrese aún más, siguiendo el consejo de Owen. Intento no hacer siempre las mismas rutas para llevar a Katia a su escuela y, durante esos recorridos, trato de hablar con ella. La mayoría de las veces solo me sale un tartamudeo nervioso, pero, una semana después de que el monstruo apareciera tras tantos años, puedo decirle:

—¿Recuerdas cuando hace unas semanas tuvimos una charla? —comienzo —. Respecto a que tú siempre podrías contarme algo y yo te creería —asiente —. Quiero contarte algo, mi amor, pero no quiero que esto te asuste —murmuro —. Cuando yo tenía tu edad, una persona en la que yo confiaba mucho me hizo daño y por eso... por eso a veces soy tan sobreprotectora contigo —suspiro —, y hace unos días, vi a esa persona de nuevo, me asusté mucho — honestidad Alexis. Sé sincera con ella —. Me asusta mucho que esta persona pueda acercarse a ti y espero que no lo haga, pero... quiero que, si cualquier persona te habla, te dice algo o pregunta cosas sobre ti, me lo digas —suplico —, no respondas nada de lo que te pregunten y quédate con alguien en quien confíes —carraspeo —. No hables con desconocidos. ¿Está bien?

Asiente.

—¿Por qué tu mamá no te cuidaba? —trago saliva, sin saber qué responder a eso.

—Algunas personas no están preparadas para la responsabilidad de ser padres y se enojan con sus hijos.

—Tú no te enojas conmigo.

—No, jamás lo haría. Jamás, cariño. No importa lo que pase, siempre te apoyaré —le sonrío, aunque quiero llorar —, incluso cuando seas una adolescente rebelde, siempre estaré de tu lado.

Me toma por sorpresa cuando me abraza, rodeando mi cintura con sus brazos y escondiendo su rostro en mi abdomen. Beso su coronilla y suspiro.

—Yo voy a portarme bien, mami.

Sonrío.

—Lo sé, mi amor —le acaricio la mejilla —. Entonces, con todo esto, yo... quería decirte que, por favor, no hables con personas desconocidas y que siempre, siempre, puedes decirme todo. Lo que sea. No me importa si crees que no es importante, siempre querré escucharte —me pongo en cuclillas frente a ella, para poder mirarla a la cara —. Quiero que tengas eso siempre en claro, Katia. Mamá siempre va a estar para ti y va a escucharte —le insisto —, y tu papá también —le prometo.

—Y Kaile —añade ella, mirando a la dálmata que está con nosotras, mirándonos como si se arrepintiera de haberse unido a la familia.

—Kaile también —sonrío. Aprieto los labios. Estamos a casi dos calles de su escuela y ella siempre ha sido una estudiante sobresaliente, jamás ha faltado porque sí y nunca ha tenido mal comportamiento —. ¿Quieres un helado?

—¿En la escuela?

—Puedes faltar a la escuela y podemos ir al parque de atracciones —le ofrezco —, o ir al centro comercial.

—¿En serio?

Asiento. Pienso apagar el teléfono y evitar las llamadas de mi jefe. No quiero pedir el día, pero puedo mentir y decir que la conexión a internet se fue de mi casa.

Regresamos, dejamos a Kaile y Katia se quita su uniforme, usando ropa normal. Salimos a la calle y detengo un taxi, puesto que el parque de atracciones está un poco lejos. Antes de apagar el teléfono, le explico a Mat que no dejé a Katia en la escuela y que iremos al parque de atracciones. También le escribo a Bruno, explicando por qué mantendré el teléfono apagado. Ambos me responden que les avise cuando estamos de regreso en casa y me dispongo a pasar toda la mañana en el parque de atracciones con mi hija.

Fuego | SEKS #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora