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El cumpleaños de Katia me respira en la nuca.

La primera semana con Kaile siendo parte de nuestra familia fue una adaptación y un intento por incluirla en mi rutina. Me despierto, la dejo salir al patio para que haga sus necesidades y despierto a mi hija. Ella le da el desayuno y le pone agua fresca, como parte de sus responsabilidades antes de ir al colegio. La acompaño a la escuela y Katia lleva su correa hasta la puerta, donde me la entrega. Allí se despide de mí, de Kaile y yo vuelvo a casa, tras dar algunas vueltas.

Kaile es una santa. Una maravilla. Lo hace todo muy sencillo. Es mi compañera mientras trabajo e incluso tuvo el descaro de mostrarse en cámara en una reunión laboral. Creo que le dio curiosidad las voces y quiso ver qué había en la pantalla.

Por esta semana, mi hija está la mayor parte de los días conmigo y el jueves, Mat la busca y conoce a Katia... Kaile. Conoce a Kaile.

¿Quién decidió ponerle nombres similares? Admito que más de una vez le dije Katia a la perra y llamé por Kaile a mi hija, pero, de algún modo, supieron a quién llamaba en realidad.

—Es preciosa —exclama Mat, que acaba de llegar para llevarse a nuestra hija hasta la mañana del sábado, cuando sea su cumpleaños. Katia no tardó ni medio segundo en mostrarle a la dálmata, que lo huele y ya decidió que le agrada, aunque admito que Kaile se lleva bien con todo el mundo —, ¿y tú la estás cuidando, princesa? —le sonríe a Katia, que asiente con entusiasmo.

Mat me mira con diversión mientras ella le explica el paso a paso de cómo darle de comer, aunque Mat claramente lo sabe. De todos modos, muestra interés y ella se comporta como toda una científica explicando la difícil tarea de darle la cena a Kaile.

—Mami... ya sé que tengo que darle la comida a Kaile, pero voy a estar con papá y no quiero que ella tenga hambre.

—Yo lo haré por estos días hasta que regreses —le prometo.

Asiente, confiando en mi palabra y va a buscar sus cosas a su habitación. Mat sigue entretenido con Kaile, que demanda su atención.

—Katia está muy entusiasmada —le digo.

—Lo noto —sonríe —, y ella parece un encanto —añade.

—Lo es.

—Nunca quisiste un perro —señala. Mi expresión decae —. Espera... no te estoy acusando, solo... lo digo. Me agrada que ahora tengas uno —habla rápidamente.

—Estoy tratando de cambiar las cosas, Mat. Ya te lo dije —Kaile se acerca a mí y me empuja la mano, por lo que procedo a hacerle mimos.

—¿De dónde la sacaste?

—Solía estar en el cuartel donde trabaja Bruno —le explico —, pero, al parecer, ahora no se permiten animales allí y... Dijo que tenía que ubicarla.

—Así que ahora tienes una perrita —se ríe.

—Sí, así es —frunzo el ceño —. Fue impulsivo, ni siquiera lo pensé.

—¿También intentas cambiar eso?

—¿Qué cosa?

—Solías pensar mucho las cosas.

—Lo sigo haciendo —reconozco —, pero con Kaile... —y con Bruno —. Mira su rostro, no me pude resistir, ¿cómo podía decirle que no?

—Así que ella te preguntó si podías adoptarla —se burla.

Fuego | SEKS #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora