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Bruno

Debo leer más de diez veces el mensaje para estar seguro de que no estoy viendo cosas.

¿Ella realmente me escribió eso?

Sin saber qué demonios se supone que responda, dejo el teléfono sobre la almohada y miro el techo de mi habitación.

Me quedó un sabor amargo luego de lo que sucedió en el sofá. No quise presionar las cosas, no forzar una situación para la que ella no está lista y temo que su pregunta esté relacionada al intento de obligarse a hacer cosas que todavía no puede hacer.

Bruno: Podemos hablar de eso cuando nos veamos.

Mi respuesta no parece gustarle mucho, porque lo lee y no me responde. Decirle que sí sin estar seguro de las cosas me parece irresponsable. Tampoco quiero que se ofrezca de este modo tras lo que pasó, no me parece bien.

Intento dormir y la noche se me hace bastante larga, pensando en ella. Amo el sexo con Alexis, me encanta follar con ella y sé que nos lo pasamos bien, pero no es el único motivo por el que la quiero y pasó a un completo segundo plano, quedando tras su salud. Eso está primero.

Por la mañana, estoy cansado y mi ida al cuartel está acompañada de cientos de posibles charlas con ella.

Tengo que irme con cuidado.

Decirle a Alexis que no quiero follar a las apuradas puede sonar muy caballeroso en mi mente, pero ella puede escucharlo como un rechazo y es lo último que quiero, así que buscar las palabras correctas es algo necesario.

La mañana se pasa lenta y no hay mucho trabajo, así que aprovecho el tiempo para hacer ejercicio y seguir pensando. Para el mediodía, hay un incidente vial que no resulta grave, pero que me entretiene un poco y es lo único interesante de mi día.

—¿Verás a Alexis? —Lucas sale conmigo del cuartel cuando pasan las siete de la tarde y nos detenemos antes de ir a nuestros respectivos coches.

—No lo sé —admito. No hablé con ella, así que no estoy seguro de qué esperar para hoy —. ¿Cómo está tu esposa?

—En casa, con la niña —sonríe —. Deberían venir algún día con Katia, ella y Rosi son amigas.

—Se lo diré a Alexis —me despido de él poco después y subo a mi coche. No enciendo el motor todavía y miro la pantalla de mi teléfono antes de marcar su número.

Responde a los pocos tonos.

—Bruno —no puedo asegurar que esté feliz o enojada de escucharme. Últimamente tiene variaciones en el tono que me confunden.

—Hola, cielo —uso un tono de voz animado, intentando no pensar en su mensaje —. ¿Qué tal el día en la oficina?

—Aburrido —responde —, ¿y el tuyo?

—Aburrido, también —digo —. Estaba pensando que podríamos cenar juntos —sugiere.

—Está bien —sugiere, tras varios segundos.

—¿Puedo persuadirte de conseguir comida rápida?

—No —la respuesta rotunda me hace reír —, yo cocinaré.

—¿Algún día vas a decirme qué problema tienes con la comida rápida?

No me dice nada al respecto.

—¿A qué hora vendrás?

El tono levemente mandón me calienta el pecho. Prefiero esto mil veces antes de que esté enojada conmigo por cosas que excedían mi control.

Fuego | SEKS #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora