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Subir a la habitación me lleva pocos minutos. Estoy ansiosa, nerviosa y expectante. La aparición de esta última sensación me hace sentir... feliz, creo. No lo sé, pero ver que ya no siento el temor inicial a hacer algo sexual —aunque esto solo me pase con Bruno, porque sé que si fuera alguien más estaría en pánico —me agrada.

Quiero decir... No significa mucho, pero se siente como un montón para mí y, en comparación con lo que ha sido hasta antes de ahora, me siento bien.

La madera no cruje bajo mis pies cuando subo las escaleras, pero mis pasos se escuchan. Una vez en el piso arriba, me detengo. Como la habitación ocupa todo el espacio, excepto por el baño a la derecha, puedo ver a Bruno desde el final de la escalera. Está de espaldas a mí y por algunos segundos, visualizo el tatuaje en sus omoplatos y la forma en la que sus músculos se mueven mientras respira.

Voltea ligeramente, me da una sonrisa leve y me hace un gesto para que me acerque.

—¿Te estabas escondiendo? —pregunta con algo de diversión.

Niego, sin detenerme a explicar que estaba observándolo como tonta.

—No sabía qué... hacer —confieso, porque también es cierto. A pesar de que no tengo miedo ni me asusta, la ansiedad por no saber qué hacer me ataca en estos momentos.

Asiente, con una expresión relajada. Es algo que me gusta de él, que, a pesar de las situaciones de riesgo pueda mantener la calma, porque es algo que yo no puedo hacer. Lo admiro, honestamente. Admiro que pudiera calmarme en medio de los ataques de pánico y que pueda sostenerme en situaciones que me superen emocionalmente. Es una persona con la que podría subirme a un coche y viajar con los ojos cerrados y jamás hice eso, porque siento que cualquier persona maneja mal y necesito ser un respaldo, al menos manteniendo la vista en la carretera y...

Estoy sobrepensando, de nuevo. Sobrepensando sobre lo bien que me siento con él, lo mucho que descanso cuando dormimos juntos y lo cómoda que es su cama cuando...

—¿Un oso de peluche por tus pensamientos? —sonríe y muevo mi cabeza de un lado al otro, regresando a la realidad.

—No estaba pensando en nada.

—Parecía bastante importante —insiste, con una mezcla de ceño fruncido y sonrisa. Se acomoda sobre el colchón, sentado con las piernas ligeramente separadas y me acerca a él, dejando sus manos en mi culo. Ni siquiera es un poco discreto y la verdad es que no me importa.

Después de tanto años de rechazar el contacto físico, ahora que hay alguien con quien mi piel se siente a gusto, no me importa el tiempo que lo hace o la forma. Con sentirlo es suficiente.

Me observa. Sus pulgares se mueven por mi piel en una caricia distraída y yo dejo mis dedos en sus hombros. No me dio permiso para tocarlo, pero tampoco lo prohibió. Sonríe levemente cuando mis manos llegan a su cabello y juego con los mechones que se separan entre las falanges cuando los muevo.

—Tenemos que hablar, cielo — dice con calma —. Estuve pensando en algunas cosas y quiero charlarlo contigo.

Tengo un breve momento de terror, pero es efímero.

—Está bien —respondo finalmente, cuando veo que la tranquilidad en su expresión no se altera.

Sonríe de lado y me acerca más a él. Todavía de pie entre sus piernas, sus muslos aprisionan los míos antes de acomodarme de lado sobre uno de ellos. Ahora mantiene sus brazos a mi alrededor, sus dedos están entrelazados férreamente en mi cadera y sus ojos del color del chocolate fundido, con hojas de pan de oro como pintitas, están fijos en mi rostro.

—Hace unos días surgió una conversación con Dorian, Andrei y Demian, en el grupo de WhatsApp —comienza —, sobre cómo tratar algunas cosas, cómo abordar distintas... situaciones —me tenso un poco, quizás demasiado relajada para esperar a que hable sobre los abusos y las repercusiones, porque, aunque no sé sobre Cal, Gemma si fue atacada, pero la conversación va hacia otro rumbo —. No son necesarios los detalles, pero hablamos sobre cómo tener patrones fijos u órdenes preestablecidas podían ayudar, especialmente con la ansiedad —dice.

Fuego | SEKS #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora