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Bruno

Alexis no parece alterada y me agrada la forma relajada en la que se mueve a mi alrededor, teniendo en cuenta las circunstancias.

La guío hasta un sofá vacío, que da hacia una escena entre una domina y un sumiso y pongo uno de los almohadones en el suelo para que se acomode sobre él, mientras yo me dejo caer en el sillón, quedando tras ella y presiono mis dedos en su hombro.

Puedo ver los surcos rojos en su piel marcada por mi mano y el flogger y sonrío. Verla marcada y sonrojada me hace sentir en un frenesí, especialmente porque ella pareció disfrutarlo.

Con el mando a distancia, enciendo el vibrador que puse en ella antes de traerla aquí y veo el pequeño sobresalto que tiene cuando se da cuenta. Voltea su cabeza para recriminarme, con ese tono gruñón que tiene, pero me acerco y, antes de que lo haga ella, hablo yo:

—Mantén tus ojos en la escena, cielo —ordeno —. Quiero que los mires —añado, antes de acomodarme de nuevo. Endereza su espalda como si intentara recavar toda su integridad y sonrío, deseando romper eso en ella. No quiero que sea integra, quiero que se desplome, que se deje llevar y que me permita tomar por completo el control.

Al otro lado de la habitación, Marianne me da un asentimiento leve que correspondo antes de aumentar la velocidad del juguete.

En la escena frente a nosotros, el sumiso está siendo azotado.

—Bruno, por favor... —jadea y veo como busca descaradamente crear algo de fricción entre sus piernas y el almohadón.

Me inclino de nuevo, rodeo su cuello con mi mano y la acerco hasta que su espalda toca mis rodillas. Bajo la otra mano entre sus piernas, alcanzando las bragos y cubro su sexo con mis dedos.

—Tapate la boca —le ordeno —. Tus orgasmos son solo para mí, Alexis. No quiero que los demás te escuchen gemir al alcanzarlo.

Se lleva una de sus manos a la boca y la combinación de mis dedos y el vibrador la hacen llegar rápidamente al clímax.

El aroma de su shampoo llega a mí cuando inspiro profundamente cerca de su cabeza y beso su coronilla. Se mantiene en esa posición, aunque reclina el peso sobre mi piernas. Empujo su mejilla hacia mi rodilla, dejando que descanse su cabeza mientras paso la mano por su cabello, poco antes de quitar el juguete y arrojarlo entre mis cosas para limpiarlo más tarde.

Por varios minutos, la observo, idiotizado por lo preciosa que es y lo bien que luce así, tan sumida en sí misma tras una escena. Admito que no esperaba llegar a esto, sabiendo lo que ha pasado y sería muy comprensible que no lo hiciera, pero confía en mí. De algún modo, me he ganado su confianza.

Paso mis brazos por debajo de ella y la pongo sobre mis piernas. Frunzo el ceño al notar lo liviana que se siente y le doy un vistazo al cuerpo que ya conozco de memoria. Esa idea suya de perder peso me parece estupida, pero no sé cómo decírselo sin que parezca que soy un controlador. Hay cosas con las que debo ser muy cauteloso y el modo de hablar es una de ellas.

Frota su mejilla contra la tela de mi camiseta y suelta un suspiro. Pasa un rato antes de decidirme a hacer algo y me entretengo teniéndola sobre mí, al tiempo que observo la escena frente a nosotros, aunque me resulta un tanto aburrida.

—¿Nos vamos a casa? —pongo mi dedo índice bajo su mentón para poder mirarla y asiente levemente. Sin embargo, sus acciones no acompañan sus palabras porque se acomoda incluso más sobre mí —. Sabes que no podemos salir del club si no es caminando —murmuro.

—Lo sé —bosteza.

—No te duermas, Alexis —le pido, antes de moverla ligeramente —. Puedes hacerlo cuando lleguemos —se frota los ojos y le paso su ropa, ayudándola a vestirse antes de alejarnos de esa zona.

Fuego | SEKS #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora