56

29.4K 3.5K 1.5K
                                    

—Señorita...

La última audiencia es lenta.

—¿Jura decir nada más que la verdad y solo la verdad?

—Juro —Pam tiene una expresión tranquila en el rostro mientras detalla lo mismo que escuché decir a Katia, sobre el día en que Victor se la llevó de aquel parque. A pesar de que solo llaman a Pam e intentan echarle la culpa del secuestro de Katia, la jornada se siente eterna y la cabeza me duele horrores para cuando podemos salir.

—Solo nos quedan dos fechas —me recuerda Andrei cuando dejamos el recinto.

Hoy, al menos, no terminé llorando.

—Está bien.

—En unos días haremos la acusación formal —añade Killian, a su lado—, y luego nos darán el veredicto.

—Bien... —inflando mis mejillas con aire, suelto un resoplido.

—No quiero ser optimista, pero estamos ganando, Ale —murmura Andrei—. El abogado que contrató realmente es un imbécil.

—Sabe cómo escarbar en las heridas —señalo.

—Sí, porque no tienen nada más con lo que atacar —Killian me observa y acomoda la solapa de su traje—. Así que caen en la bajeza.

—¡Mami! —mi atención se desvía hacia el pequeño cuerpo de Katia, que corre en mi dirección. Mat está tras ella y mira constantemente a su esposa, que parece un poco abrumada.

—Hola, cariño —le sonrío a mi hija antes de pedirle un minuto para poder acercarme a la mujer —. Pam —pongo mi mano en su hombro —. Gracias por haber...

—Alexis, no me tienes que agradecer.

—Si, tengo que hacerlo. Rowan es un bastardo y te acusó de cosas que no eres —le digo lentamente—, y te agradezco que te expusieras a esto por Katia y por mí.

Me ofrece una sonrisa leve.

—No es nada.

Por unos segundos, solo somos nosotras dos.

—Cuando esto se termine, necesitaremos una tarde de spa y de mujeres.

Suelta una risa baja.

—Si, vamos a necesitarla —suspira—. Mat o mis padres pueden quedarse con las niñas por un par de horas —ofrece.

Mi boca se tuerce.

—Creo que Mat también va a necesitar unos masajes o algo así.

—Tienes razón —presionando su mano en mi hombro, va tras él.

Miro a Katia, que divide su atención entre Killian, que le ofrece un caramelo, y yo.

—¿Mis abuelos van a venir a casa? —me pregunta al tiempo que engulle el dulce.

—No lo sé —le respondo—. No te escuché decir gracias, cariño. No pierdas tus modales.

—Gracias por el caramelo, Killian —le dice al abogado lleno de tatuajes.

—No hay de qué —le sonríe.

Nos deja solas por unos segundos, porque Bruno se apresura hacia nosotras. Me ofrece una sonrisa leve antes de poner su mano cálida en mi espalda y es inevitable que me apoye contra él.

—¿Nos vamos? —levanta ligeramente las cejas.

Asiento. Tomo la pequeña mano de Katia y los tres caminamos fuera del edificio, donde ya comenzaba a sentirme un poco ahogada. Lo cierto es que todo este proceso está siendo verdaderamente desgastante.

Fuego | SEKS #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora