Capitulo 49

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Seis horas antes.

-Hemos aterrizado.

-Me alegro mucho. Hace poco que te has ido y ya te extraño.

-No creí que así sería nuestra primera separación desde que nos casamos. Te hecho mucho de menos cariño.

-Solo son dos días James, podremos soportarlo.

-No encuentro nada fascinante en Tokio como para bajar del avión. Tengo ganas de regresar a casa.

Sonreí.

-James, estás ahí por negocios recuérdalo. También te extraño, pero los días pasan rápido, podemos superarlo.

-¡Ay cariño! Te echo tanto de menos. – Su melancolía hizo estrujarme el corazón.

-Cuando regreses te esperaré con los brazos abiertos.

-¿Qué tal con las piernas abiertas?

-¡James! – Me escandalicé. – Dime que tu hermano no está cerca escuchando.

-No se ha escandalizado.

Me sonrojé.

-Preferiría no enterarme de la bienvenida. – Escuché a lo lejos a Damián.

-¿Ya escuchaste? Dice que las piernas son una mejor bienvenida.

-Si sigues ventilando nuestra vida sexual, la bienvenida será la habitación de invitados.

-Dice Eva que también deberías pedirle a Alice que te dé la misma bienvenida.

-¡James! – escuché su carcajada al otro lado.

-Señores el auto los está esperando. – La azafata reclamó la atención.

-Cariño debo irme, ¿Te llamo más tarde?

-Estaré esperando tu llamada.

-Cuídate Eva. – Lo dijo serio.

-Prometido. – Sonreí, aunque no podía verme.

Nos quedamos en silencio unos minutos.

-Odio despedirme.

Sonreí.

-Te amo.

-Yo más cariño, yo siempre más.

Colgué con valentía, porque posiblemente James me llevaría pegada a la oreja en todo el viaje.

-¿Qué? ¿Ya vas a bajar a desayunar o seguirás diciéndole a hombre buenas cogidas como lo vas a recibir?

-¡Nicolás! – Me cubrí más con las sábanas. - ¿Cuándo dejaras de escuchar las conversaciones ajenas?

-Cuando dejes de ponerle altavoz a tus llamadas.

Rodee los ojos.

-Bajaré en unos minutos. - Se quedó de pie en la puerta. - ¿Algo más?

-¡Ay Eva!

-¿Qué? Voy a cambiarme y enseguida bajo.

-No tenemos cinco años.

-Tienes que trabajar en tu relación con querer ver a todas las mujeres denudas.

-Y tú debes dejar de ser tan mojigata.

-¿Qué has dicho? – Le aventé una almohada.

-Ah y, por cierto. A la próxima que tengan sexo no griten como animales salvajes, algunos si queremos dormir.

Le aventé otra almohada y esta pegó directamente en la puerta. Nicolás salió antes de que lo golpease. Me reí, si Nicolás no decía algo característico de él, simplemente no estaba viviendo con el Nicolás correcto.

Reglas del juego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora