CAPÍTULO 1

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Fue en una reunión en mi casa. Yo tenía diez años al igual que mi buen amigo Devon. Estábamos en mi cuarto jugando a pintar en un cuaderno de mi mamá —seguramente me regañaría después por embellecer sus cosas—, cuando el pequeño Dennis entró por la puerta entusiasmado, como si hubiera encontrado un tesoro muy difícil de hallar.

—¡Aquí estás! —dijo acercándose a mí. Devon y yo nos miramos con fastidio.

—Al final nos encontró —dijo mi amigo.

Nos habíamos ocultado en mi cuarto esperando que el pequeño se aburriera de buscarme y volviera con su mamá; pero, no. El niño era muy terco.

Dennis se sentó a mi lado, pegajosamente, y se vio interesado en mi tarea.

—¿Qué haces?

—Pintar —le respondí con algo de fastidió de la misma manera que se responde la mayor obviedad del mundo.

—¡A ver!

Dennis se acercó aún más, pegando su hombro con el mío, para poder ver cómo había garabateado unas flores en las hojas. ¡Sí que era pesado este niño!

Suspiré hondo para no apartarlo de un empujón. Mi papá me había pedido que hoy fuera buena con Dennis, ya que era una reunión especial. No sabía muy bien lo que festejábamos, pero, como parecía seria, preferí hacerle caso a mi padre.

La tía Helen y el tío Benjamín me caían bien. Pero su hijo sí que era una cosa muy molesta. Cada vez que venía a casa se pasaba todo el día pegado a mí.

—Es que está enamorado de ti —decía mi mami y luego se carcajeaba. Yo le respondía con un rotundo "No" y me enfadaba. Pues, era muy molesto pensar que en verdad ese niño mocoso estaba enamorado de mí.

—Al parecer, la historia se repite —había dicho mi papá mientras dejaba un besito en la frente de mami.

—Ah, ah —negó ella—. Por lo menos Dennis no es de los que juegan bromas pesadas para llamar la atención.

—¿Todavía no superas eso?

—Todavía me las estoy cobrando.

Yo nunca entendía de lo que hablaban, pero al parecer de pequeño mi padre había sido un niño muy mal portado. Difícil de creerlo, pues, él es muy serio, fuerte y cuando tengo problemas siempre sale a mi rescate. Mi papi es como un superhéroe.

Miré al pequeño niño a mi lado, me estaba mirando con una enorme sonrisa en sus labios. Dennis era un niño extraño, demasiado enamoradizo para ser tan pequeño, además yo ya estaba grande para él, yo tenía diez y él seis. Dennis había sacado el color de piel tostada de su madre, y los ojos azules de su padre, al igual que su cabello claro. Era un niño de belleza extraña, o, por lo menos, eso decían los adultos, para mí no era más que un mocoso molesto.

—Niños, vengan a despedirse —escuchamos que mi mamá llamó desde la cocina.

En el comedor estaban todos reunidos, los padres de Devon, los de Dennis, incluso había venido los tíos Jeremy y Roma.

—Los vamos a extrañar mucho —dijo la madre de Devon mientras abrazaba a la tía Helen, madre de Dennis.

—Los vamos a llamar todos los días —prometió el tío Jeremy.

Aquellas declaraciones comenzaron a hacerme notar que algo extraño sucedía.

—¿Qué sucede, mami? —reclamé saber tirando de la tela del vestido de ella —. ¿Por qué todos se despiden de los tíos? ¿A dónde irán el tío Benjamín y la tía Helen? ¿Y Dennis?

La tía Helen se agachó frente a mí y me despeinó la cabeza un poco, me sonrió, pero no parecía una sonrisa de verdad.

—Jaseth, linda, nos iremos a otro país por unos años por trabajo —lanzó ella sin ninguna anestesia—. El tío Benjamín —dijo y luego miró a su esposo— va a abrir un anexo de su fábrica en el extranjero y necesita administrarla personalmente hasta que esté en buen cause y luego volveremos —ella me abrazó cuando yo comencé a llorar—. No te preocupes, Jaseth, será por un tiempo, verás que cuando menos lo esperes ya estaremos de vuelta con ustedes.

Helen deshizo el abrazo.

—¿Lo prometes?

—Sí, lo prometo.

—¡Jas, no llores! —Dennis me tomó ambas manos a modo de consuelo, y, por primera vez, no sentí la necesidad de empujarlo lejos. Sí, era mucho más pequeño y a veces era un latoso, pero seguía siendo como mi hermanito menor. A pesar de todo, no quería que se fuera lejos. Le di un fuerte abrazo, el cual el niño respondió, tuve que arrodillarme para poder llegar a él— ¡Te prometo que volveré y me casaré contigo! ¡Así que ya no llores!

Y, de repente, Dennis cayó de culo a un metro de mí. Él se sobó la zona afectada y lanzó un "Auch".

—¡¿Qué?! —pregunté entre alterada y confundida luego de desarmar el abrazo con un fuerte empujón, el cual fue causa de su caída. Dennis, en vez de ofenderse por la agresión, se levantó en un parpadeo y me mostró una mirada convencida en el rostro. ¡No bromeaba!

Todos los adultos se rieron, menos mi papi, que me defendió diciendo: "Mi bebé no se casará nunca. El único hombre que necesita en su vida soy yo, ¿verdad, bebé?". Ellos le dijeron que no exagere, y pensaron que la promesa de Dennis no se trataba más que de una travesura de niños, pero a veces los adultos no entienden lo serio que puede ser un niño y el valor que tienen sus palabras.

Yo no estaba muy de acuerdo con eso.

—Lo siento, Dennis, pero yo ya soy muy grande para ti, tengo diez años —le aclaré.

—¡No me importa! —dijo—. ¡La edad es solo un número! — no supe bien por qué, pero sentí que esa frase no estaba muy bien.

Dennis a continuación me entregó un papel doblado que estaba escondiendo en su bolsillo. Era una hoja del cuaderno de mi madre, al parecer había arrancado una cuando nadie lo vio y con un crayón rojo había escrito "J + D" en medio de un corazón.

—Soy un hombre y los hombres cumplen su promesa —aseguró con orgullo—. Cuando sea mayor volveré para casarnos —volvió a recordarme. Al parecer no quería que me olvidara de nuestra promesa.

Los adultos se siguieron riendo de la situación, lo que a mí me enfadó. Me sentí avergonzada y humillada, ellos nos veían como unos payasos, y, al mismo tiempo, me enfadé un poco con Dennis, era él quien había armado esta escena ridícula.

—No importa cuánto tiempo pase, seguirás siendo un niño mocoso para mí —le dije y corrí al interior de mi casa para escapar del bochorno y las risas de mis padres y los tíos. ¡Era indignante!

¡Dennis, maldito mocoso!, solo sabe molestarme y ponerme en vergüenza.

Desde la ventana, vi como los tíos se daban los últimos adioses y luego Dennis subió algo caritriste al auto junto a sus padres, y desde entonces no lo volví a ver.

La tía Helen mintió, su viaje de negocios no duró por un período corto de tiempo, no, se extendió por muchos largos años.  

FLASH-SIDEWAYWhere stories live. Discover now