CAPÍTULO 10

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—Bueno, bueno. Vuelve al trabajo, Virginia —detuve lo que parecía ser una larga conversación de presentación—. Sígueme, Dennis, te explicaré tu trabajo. Espérame, Bear, ya vuelvo —dije y le di un pequeño apretón en el brazo, el cual él recibió con una sonrisa tierna.

Dennis me siguió hasta la cocina, que quedaba detrás del recibidor y se accedía mediante una puerta corrediza.

—¿En qué eres bueno?, ¿crees que puedas ayudarme en la cocina?, tal vez debería ponerte primero en la caja —pensé con mi mente de tiburón—. Estoy segura que tenerte en la recepción atraerá buena clientela femenina...

—No soy estúpido —mi monólogo se vio repentinamente interrumpido por aquella expresión poco amistosa. ¿Qué le sucedía ahora? Había intentado ignorar esa creciente tensión entre nosotros, y fingir que no era peor al estar los dos solos en la cocina, pero, con los comentarios de este chico, no era fácil.

—¿Cuándo dije que lo fueras? —lo interrogué. ¿Acaso Dennis sufría de alucinaciones auditivas?

—Puedo notar que no me quieres aquí.

Y así sí que me quedé desconcertada. Pensé que hasta el momento había ocultado muy bien mi incomodidad hacia aquel chico que había arribado sin previo aviso en mi vida, pero, al parecer, no había tenido mucho éxito. Por supuesto, no iba a reconocerlo así porque sí. Tenía orgullo.

—¿Por qué dices eso? —pensé que lo mejor sería fingir confusión.

—No deberías sentirte obligada a emplearme —respondió en cambio, ignorando mi pregunta, evidenciando, de aquella manera, que era evidente mi descontento hacia su presencia y que no había mérito en discutir lo contrario—. Puedo buscar trabajo en otro lugar. Hablaré con mi madre, no te preocupes.

Sentí miedo al ser expuesta. No, miedo no, una vergüenza enorme. ¡Yo era la adulta aquí!, ¿cómo podía aceptar que un chiquillo de dieciocho primaveras me colocara incómoda? No, Jaseth, es momento de comenzar a actuar como la adulta madura que eres.

—No es así —mentí—. Igual necesito otro empleado, así que me ahorraste de buscarlo.

Dennis me miró sin creerme. ¿Qué más podía decir para convencerlo?

Tomé un espejo que tenía sobre la mesada de la cocina —el cual se había olvidado una vez mi padre y yo nunca devolví— y con ambas manos lo posicioné a menos de un metro de su rostro.

—¿Qué haces? —me preguntó extrañado.

—¿Ves eso? —continué.

—¿Mi rostro? —preguntó con un tono de voz confuso.

—Sí. Es el rostro que va ha hacerme ganar mucho dinero, ¿cómo podría dejarlo ir tan fácil?

Dennis se asomó a través del marco del espejo y me observó con una media sonrisa.

—¿Quieres decir que soy guapo?

Y con eso mis nervios se tensionaron. Por poco me convierto en un poste de luz al sentir todos mis miembros tiesos. Pero, como una profesional, encausé la respuesta a una zona segura.

—Desde la perspectiva del mercado, sí.

Yo bajé el espejo y descubrí a un Dennis mirándome con una ceja elevada. Sí que era malditamente guapo el desgraciado, ¿para qué ocultarlo? La verdad siempre será la verdad.

—Solo necesito ponerte detrás de la caja o de mozo, y la clientela femenina comenzará a inundar el lugar. Y puede que algunos hombres también, apuesto que atraerás de ambos géneros. Vas a hacerme ganar muchos pesitos —dije y lancé una carcajada llena de ambición.

—Ah, y yo casi te malinterpreto.

Lo miré furtivamente. Mi corazón dio un pequeño vuelco. El chico era bastante elocuente y rápido en sus respuestas, tendría que tener cuidado con lo que diría de aquí en adelante, ya que trabajaríamos juntos.

—Ja, no sé por qué lo malinterpretarías. Solo me interesa hacer dinero.

—Así que solo me ves atractivo para el negocio —no estuve muy segura si sus palabras se trataban de una afirmación o de una interrogación, de igual manera, y ante las dudas, preferí responderle.

—Por supuesto —me pareció que lo correcto en esta situación, sería dejar las cosas bien en claro. Poner un punto final, a pesar de que no había nada entre nosotros, quería, incluso, terminar con cualquier cosa que esté probablemente iniciando —. Estoy fuera del juego —le dije y levanté mi mano izquierda para señalar con la otra el dedo anular.

Dennis expuso una porción de su cuello al voltear su rostro. Me pareció un gesto tan atractivo como amenazante.

—Una sortija no te genera ceguera. No tiene sentido negar algo que piensas solo por un anillo.

Me quedé unos segundos en silencio y lo miré estupefacta.

—¿Te estás llamando a ti mismo atractivo? —le pregunté entre risas en un intento de humillarlo.

—No, solo digo que puedes pensar que lo soy libremente, incluso con un anillo de compromiso en tu dedo —el intento de humillación fracasó, ya que Dennis tenía un ego muy alto, al parecer, como para ser herido solo por un insulto sarcástico.

—¿Por qué estás tan empeñado en que reconozca que eres atractivo? —le pregunté. No tenía sentido —. Sí, que eres egocéntrico.

—Vamos, no se trata de ser egocéntrico, sino de reconocer la verdad.

—¿Y cuál es la verdad según tú?

—La verdad es que me pareces atractiva, aunque estés comprometida, y no tengo ningún problema en reconocerlo.

Abrí la boca a causa de la sorpresa. Sus palabras, tan descuidadas y sin una pizca de discreción, me habían dejado de piedra y con el cerebro en corto circuito. ¿Cómo había hecho para lanzar semejante confesión y quedar entero? Me encontraba más avergonzada yo, que solo era un receptor, a él quien había dicho la desvergonzada frase.

Abrí la boca para lanzar mil y un improperios a su descarada persona, pero no salió ninguno. Sufrí un semi paro cuando me di cuenta que tenía el rostro encendido en rojo y que había quedado paralizada como una idiota, mirándolo sin disponer de palabra para replicar.

Él sonrió triunfante, y, reajustándose el moño del mandil a la espalda, caminó pasando por mi lado sin mirarme fijamente. Era su manera de decirme "has perdido". Tomó la puerta corrediza y antes de desaparecer por ella dijo con un tono petulante y cínico:

—Iré a la caja para atraerte muchas clientas hormonadas —Sonrió y desapareció de mi vista con un evidente aire invicto, con la frente bien en alto.

Diablos, me había ganado un enemigo difícil de vencer. 

FLASH-SIDEWAYWhere stories live. Discover now