CAPÍTULO 14

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—Espera, Jaseth, son niños —Dennis me detuvo con aquella palabra cuando me vio enfurecer. ¿Acaso pensaba que iba a golpear a unos niños de diez años? Aunque no le vendrían mal un correctivo.

Aquiles me divisó desde la distancia. Su gesto de alivio fue muy claro. No perdió más tiempo en separarse de ese grupo para caminar en mi dirección con paso apretado. Era evidente que estaba buscando una oportunidad para escapar de sus compañeros, y no la desperdició cuando me vio. Pero, nada es tan fácil y simple en este mundo, y no importa que seas un niño, ni así la vida te tendrá un poco de consideración. La manada de niños molestos lo siguieron de cerca, y no tuvieron ningún recato de seguir molestándolo, incluso en mi presencia.

—¿Kevin, a dónde iremos? —preguntó uno de los niños al que parecía ser el cabecilla del grupo.

El tal Kevin tenía una pelota entre las manos y, mirando a mi hermanito con desprecio, agregó:

—Iremos al parque para jugar a la pelota y él —refiriéndose a Aquiles—no está invitado. No queremos que un niño raro y callado y que encima tiene un nombre horrible juegue con nosotros.

Los niños festejaron sus palabras con un coro de carcajadas.

—¡Cierto!, ¿quién te colocó ese nombre extraño? —dijo uno.

—Ya, ya... se están pasando... —dijo uno de los niños y yo respiré aliviada, pues no quería comenzar una trifulca con niños diez años menores que yo—con Aquiles... brinco —dijo y comenzó a saltar alrededor de mi hermano. Varios niños se carcajearon y otros tantos le siguieron el juego de saltar a su alrededor.

—Pobre Aquiles bailo yo —secundó el tal Kevin, y él y toda la camarería comenzó a bailarle como si fueran una manada de orangutanes. Y luego, de que además de bailarle lo empujara y no pararan de reírse de él, estuve a punto de estallar, si seguramente Dennis no se me hubiera adelantado, ahora estaría escribiendo esto desde la cárcel por golpear a un niño, aunque bien se lo merecía.

Dennis se me adelantó posicionándose delante de mí, tal vez temía que le diera una patada al odioso Kevin.

—Amigo, vinimos por ti. Vamos —dice Dennis y señala su vehículo con la mirada. Yo abrí los ojos de par en par. Aquiles pareció igual de sorprendido, ya que ambos tuvimos la misma reacción.

—¿En esa moto? —preguntó una niña del grupito de brabucones. Los niños se ven sorprendidos, pero el más bravucón busca terminar con la repentina admiración generada hacia mi hermanito.

—Ja, ja. No lo creo. Este llorón nunca se subiría a una moto, apuesto que es mentira y nunca te montaste en ella.

Aquiles me envió una mirada de auxilio, la cual pude interpretar como un: "ya sáquenme de aquí". Yo hubiera estado muy feliz de cumplir su deseo, pero Dennis aún no parecía satisfecho con dejar que los niños se salieran con la suya tan fácilmente.

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